Ser presencia














Ser presencia, Señor,

es hablar de Tí sin nombrarte;
callar cuando es preciso que el gesto reemplace la palabra.

Ser luz que ilumina
el lenguaje del silencio

y voz, que surgiendo de la vida, no habla.

Es decirle a los demás que estamos cerca,

aunque sea grande la distancia que separa.

Es intuir la esperanza de los otros y simplemente, llenarla.


Es sufrir con el que sufre y desde dentro,
mostrarle que Dios
cura nuestras llagas.

Es reír con el que ríe y alegrarse
del gozo del hermano porque ama.


Es gritar con la fuerza del Espíritu

la verdad que desde Dios siempre nos salva.

Es vivir expuestos y sin armas,
confiando ciegamente en tu Palabra.


Es llevar el “desierto” a los hermanos,

compartir tu Misterio y decirles que los amas.

Es saber escuchar tu lenguaje en silencio.

Y “ver” por ellos cuando la fe pareciera que se apaga.

“Ser presencia”, Señor, es saber esperar tu tiempo

sin apresuramientos y con calma.

Es dar serenidad con una paz muy honda.


Es vivir la tensión del desconcierto

en una Iglesia que, porque crece, cambia.

Es abrirse a los “signos de los tiempos”

manteniéndose fiel a tu Palabra.

Es, en fin, Señor, ser caminante

en el camino poblado de hermanos,
gritando en silencio que estas vivo
y que nos tienes tomados de la mano

2 comentarios:

Ludmila Hribar dijo...

Gracias por estas preciosas palabras de un gran hombre, un gran sacerdote, un gran amigo de los argentinos y de los jovenes que compartio con Juan Pablo II el "signo de los tiempos". Un abrazo.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Dentro de poco tiempo, seguramente Dios lo permitirá, tendremos a un Cardenal Pironio reconocido como Beato. La imagen que encabeza el post es una de las últimas del cardenal, en su Mar del Plata -de donde era obispo- y de donde Pablo VI casi clandestinamente tuvo que sacarlo y llevarlo a la Ciudad del Vaticano por las amenazas de muerte que arreciaban y que casi concreta la genocida Triple A. Más allá de eso, el Cardenal era uno de nosotros, uno más. Para mí será una alegría enorme el reconocimiento oficial por la Iglesia de su "fama de santidad". Un abrazo en Cristo y María. Paz y Bien. Ricardo

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