De los signos de Dios al Dios de los signos


Para el día de hoy (02/08/09):
Evangelio según San Juan 6, 24-35

( La multitud sigue a Jesús: busca más pan, tiene un hambre profunda.
Se dan cuenta que no ha subido a la barca con los discípulos, y no entienden como ha llegado a Cafarnaúm.
Han visto el milagro de panes y pescados multiplicados, pero tampoco entienden.
Miran lo que sucede, lo coyuntural, lo eventual pero no ven lo más profundo, el signo del Dios de la Vida.

Y siguen así, sin entender nada... pero siguen.
Hay un hambre que aguijonea, y no sólo de estómagos vacilantes.

Buscaban un signo maravilloso, algo espectacular que les revelase al Dios de sus padres, al Dios de Moisés, de Abraham, de Jacob.

Pero irrumpe en el desconcierto el diálogo que mantienen con el Maestro, y cambia radicalmente su postura.
Ya no le piden un signo.
Ahora le ruegan que les dé siempre de ese pan; sus almas imploran que Jesús los alimente de su misma Vida.
Hacen, como sus antepasados, un camino de desierto.
La ruta, de hito en hito, de señal en señal, de signo en signo de Dios los vá llevando a la tierra prometida.
Ya no quieren más signos... Llegaron a los umbrales del Dios que manda sus signos para que ninguno se pierda.
Los signos de Dios buscados se transforman en el Dios de los signos encontrado.

La multitud descripta en la Palabra somos todos y cada uno de nosotros.
Habrá que buscar los signos para llegar al Señor de esos signos.
Habrá que dar signos de Vida, que a ningún hermano lo aguijonee la ignominia de la falta de sustento, para que todos puedan llegar al Pan que no perece.

Quiera el Espíritu mantenernos hambrientos de Él siempre, saboreando de antemano la saciedad plena de nuestras almas vacilantes)

Paz y Bien

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