Go'el

Para el día de hoy (13/12/09):
Evangelio según San Lucas 3, 10-18

(Era muy difícil permanecer indiferente al llamado a la conversión del Bautista.
Por ello las gentes le preguntaban ansiosas: -¿Qué tenemos que hacer?-

La conversión, a la que Juan llama con duras palabras, implica un cambio total en la vida.
Es una transformación ética, un cambio total en la manera de ser en tu mundo.

Y el Bautista dará precisamente una respuesta que implica el cambiar la vida: no se detiene ni un segundo en cuestiones de normas, doctrinas y culto.

Con una sencillez profunda -porque las cosas de Dios son así, sencillas, simples, profundas- Juan dice: compartir lo propio con el necesitado, hacer vida la justicia, rechazar toda corrupción.

De Juan el Maestro dice que es el más grande entre todos los hombres, pero aún así es menor que el más pequeño del Reino de los Cielos; Jesús inaugura la vida nueva, trae la Buena Noticia de la Gracia, de la gratuidad del amor de Dios.

Juan, en cambio, hace un llamado a la conversión pensando en un Dios justiciero, y que castigará a los que se desvían.
Sin embargo, y aunque quizás no pudiera entender racionalmente cual sería el mensaje del Mesías que estaba llegando, dá aviso: su exhortación es preparación en espera del que verdaderamente vendrá desde Dios.

Dice que es más fuerte que él, inmensamente superior: persuade a quienes lo interrogaban si era el mismo Juan el Mesías esperado por siglos.
Nada de eso: Juan es un mensajero, alguien que vá preparando el camino de quien vendrá definitivamente.

Y hace otra afirmación que impresiona y emocionará a través de la historia: del que viene, afirma que él mismo no es quien para desatar las correas de sus sandalias.
-la tarea de desatar y quitarle las sandalias al amo era propia y típica de los esclavos-
Un hombre grande y santo como el Bautista, desde una humildad increíble, se considera en la perspectiva del que vendrá, lo vé tan grande y sagrado que a sí mismo se intuye menos que un esclavo.

Pero -aún con esta maravillosa declaración- hay más.
-podemos entreverlo en el Levítico 25, 47-49, en Ruth 4, 7-8-
La declaración acerca de su indignidad respecto a desatar las sandalias del que viene, por parte de Juan, habla del Go'el.

El Go'el es una tradición muy antigua de las tribus de Israel, y era una tarea sagrada: el Go'el era el "varón fuerte" de la familia, el encargado del rescate, de la redención de sus parientes más débiles y desprotegidos, pobres y oprimidos, especialmente de aquellos que hubieran caído bajo el yugo de la esclavitud, poniendo al servicio de quienes reclamaban su intervención todo su poder y su bienes.

El Go'el, en la familia del pueblo elegido, era por lo general el hermano del padre o sus hijos, es decir, tío y primos -no hay casualidades, Juan y Jesús eran, desde sus madres, primos!-; jurídicamente, para el pueblo de Israel la institución del goelato se quitaba o transfería mediante el gesto de...quitar las sandalias.

Juan lo sabe: el que viene es el Go'el, el más fuerte, el Redentor de sus hermanos.
Y aunque esto merece, sin lugar a dudas, una reflexión y un análisis mucho más extensos y capaces, detengámonos en ello:

Viene el Go'el, el Redentor de sus hermanos.
Somos nosotros sus hermanos que hemos creído en su Palabra.
Es un día de alegría y esperanza.
Viene el más fuerte...¿qué o quién podrá con Él?...)

Paz y Bien




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