Nuestro juicio


Para el día de hoy (28/04/10)
Evangelio según San Juan 12, 44-50

(Hay una cierta tendencia, profundamente enquistada, a pensar en un postrero juicio divino, es decir, en el final de la vida o de los tiempos en que un dios-juez evaluará nuestras conductas y aplicará las acciones punitivas que pudieran corresponder a nuestros delitos/pecados, así como también premiar vidas virtuosas.

Esa mentalidad supone a un dios -sí, así con minúsculas- que remitirá almas al infierno o, eventualmente al cielo de acuerdo a los méritos o deméritos acumulados respectivamente en el debe y el haber de la existencia terrena de cada uno.

Pero ese estereotipo impiadoso olvida a Jesús, a su Pasión y su Resurreción, a los tiempos de la Gracia y la Misericordia.

Por eso, como en la Palabra del día de hoy, el Maestro debe alzar-nos la voz.
Él solo trae Vida plena, Salvación.

Está tan identificado con su Padre, que sus enseñanzas y sus obras son las de Abbá. Jesús es Dios, y Dios es Jesús, y ese Dios no efectúa el recuento de las miserias, sino que quiere la salvación para todas sus hijas e hijos.

El juicio es ahora, y puede hallarse en el hermano que se aleja y se pierde sin reconciliación, en los ojos de los pobres sin esperanza, en los niños que languidecen a nuestro lado, en una naturaleza mancillada por nuestra desidia e indolencia, en la muerte que se propaga por nuestras omisiones.

Aún así, la voz del Maestro es más fuerte y prevalece, y la Salvación tiene un color y un perfume especial: el del hoy.

Será cuestión de prestar oídos a ese llamado a definirse que Jesús viene haciéndonos a diario, en su ofrenda increíble de vida y salvación a pesar de lo que somos... Quizás porque anda pensando más en lo que podemos ser si queremos y de su mano.

EL Reino, que es fruto del mandamiento eterno de Salvación, viene creciendo en silencio, con nosotros y a pesar de nosotros, y es imparable la alegría que crece cuando se dice que sí)

Paz y Bien


2 comentarios:

Sor.Cecilia Codina Masachs dijo...

Nuestro Dios nos surrura al oído cuanto nos ama, pero en ocasiones estamos tan sordos que al final nos tiene que gritar para que no perdamos la Gracia que de balde nos da cada día, no obstante siempre habrá personas que no querran saber nada de salvación y si no se arrepienten en el último instante de su vida, no hay duda que no veran a Dios, ese els el infierno, verse privado de su amistad. De ahí la imperiosas necesidad de seguir predicando la misericordia de Dios día tras día sin fatigarnos, pues Dios no desea la muerte del pecador, sino que viva. Nuestro Padre Santo Domingo de Guzmán se pasaba las noches orando y llorando con grandes exclamaciones ¿Qué será Dios mío de los pecadores?.
Con ternura.
Sor.Cecilia Codina Masachs O.P

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Que grato es leerla, sor Cecilia, leer de su Padre Santo Domingo y recordar sin desmayo el amor que Dios nos tiene, la búsqueda afanosa que tiene para que todos se salven, sin excepción.
Dios la bendiga y acompañe.
Le envío un afectuoso saludo en Cristo y María
Paz y Bien
Ricardo

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