De cuando se acortan las distancias que separan

Para el día de hoy (29/11/10):
Evangelio según San Mateo 8, 5-11

(Baste un momento de humildad y sinceridad profundas para darnos cuenta: reconocernos -aún el más bravo, aún la más entera- pequeñísimos frente a la infinitud y el misterio de Dios.
Es el descubrimiento cordial de que Él es el Totalmente Otro. Y así, la distancia se nos hace insalvable.

Quizás algo de ello le sucedió al centurión romano, oficial táctico del ejército imperialista que ocupaba por la fuerza y potencia de sus armas la Tierra Santa.
Sin dudas, despreciado por la mayoría de los judíos obervantes, con el gravoso adicional de ser pagano, cultor de extraños dioses.

Sin embargo y a pesar de todo ello, un hombre sincero que habla con el corazón en la mano.
Él -pagano y hombre de violencias entrenadas meticulosamente- sabe del abismo imposible que lo separa del Maestro. Intuye que en ese galileo hay algo tan grande -tan inconmensurable- que se reconoce indigno; pero también, sabe que en Jesús hay una fuerza increíble en su Palabra, en parte por haberlo experimentado mínimamente en su experiencia diaria.

¿Cómo nos habla el Evangelio para el día de hoy si tenemos la vista puesta en ese horizonte de Nacimiento que se asoma a lo lejos, camino de Adviento?

El Maestro elogia la fé del centurión, pues aún no siendo conocedor de pretéritas doctrinas ni prosélito de Israel, ni teólogo esforzado, funda su alma en aquello que debería ser nuestro cimiento: cree y confía en la persona de Jesús.

Sea el centurión entonces para nosotros una señal inequívoca en este tiempo de esperanza.
Ese romano ha dado el primer paso -fundamental-, el paso que salva toda distancia: antepone a todo interés personal el sufrimiento del otro, en este caso, la enfermedad de su sirviente, y se anima a lo impensado sin importarle el fatal quedirán ni cánones que impidan hacer el bien.

Así nosotros también, saliendo de nosotros mismo sin importarnos nada más que el otro, con la confianza en la Palabra de Salvación del Maestro, aún cuando todo conspire en contra de hacer el bien.

Ese Jesús de los milagros y la salud salvó el abismo infinito de la separación entre Dios y el hombre... Dios haciéndose hombre para que todos los seres humanos -sin excepción- puedan ir al encuentro del abrazo que nunca finaliza)

Paz y Bien


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