Resignificarse

Para el día de hoy (03/11/10):
Evangelio según San Lucas 14, 25-33

(Es bastante fácil decir/se e identificar/se como discípulo y seguidor de Jesús. Palabras y palabras, ruidos que no pueden contener la Palabra.
Y es menester dejar de oír y volver a escuchar desde nuestras profundidades la enseñanza del Maestro. Estamos allí, entre esa multitud que bebe de su voz, no podemos evitar de ir tras Él por las calles.

Y Él se da vuelta, nos mira fijamente a los ojos y nos habla. Y su Palabra es una estrella que refulge en nuestra oscuridad, espada afilada que rompe la corteza que nos hemos autoimpuesto y que nos aisla del otro y del totalmente Otro.

La invitación está hecha, y es decisión nuestra si seguimos siendo parte de esa multitud que vá tras Él por las calles de la comodidad y la tranquilidad, o si -decididamente- queremos ser discípulos y seguidores; opción de la totalidad de la existencia que no admite medias tintas.

A no confundirse: no se trata de un reglamento de juego, de un código de ética a cumplir, de normas a respetar. Es una elección radical, tan fundante y decisiva como decisivo es el amor y la misericordia del Creador para con cada uno de nosotros.

Es nuestra Pascua personal, el paso a dar para atravesar las penumbras cotidianas a una vida plena con Él, junto a Él y por Él.

Quizás sea preciso resignificarse: releer/se en todos los ámbitos de la vida, para que nuestra vida sea suya. Por eso mismo no se trata de renegar de los lazos familiares, sino más bien de amar a padre y madre, hermanos, esposa, esposo, hijas e hijos como ama Jesús, desde las entrañas e incondicionalmente, sin reservarse nada para uno mismo. Quitarse los anteojos del egoísmo y la soberbia para clarificar la mirada.

Descubrir que hay que planificar con especial cuidado la batalla de la existencia, la única guerra válida y legítima, el combate santo que se dá contra el egoísmo que permitimos que se nos crezca. Guerra total que no tiene derrotados porque sólo hay victorias y que admite un único derramamiento de sangre: la propia cuando se brinda generosamente para que el otro viva.

Volver a descubrir -aún cuando podamos anegarnos de dolor- que atreverse a portar a diario la cruz tiene un destino de alegría perenne.

Porque querer ser discípulos y seguidores -tal vez- signifique salirse de esa multitud que vá tras Jesús... y obstinarse con fervor decidido a que el Maestro sea el centro de toda la vida, sol nuestro de cada día alrededor del cual orbitamos para que la vida se renueve y florezca)

Paz y Bien

3 comentarios:

Salvador Pérez Alayón dijo...

Sí, es exclente tu reflexión, al menos a mí me lo parece, porque contiene profundamente lo importante: "Seguirle es significar mi vida según sus actitudes", y no para ir detrás, escondido en la multitud y camuflarme según mis conveniencias y comodidades, sino para, olvidándome de mí amar hasta el extremo a todos, de forma especial a los que me rodean.

Tenerle a ÉL como centro de nuestra vida, es tener a todos en el centro de nuestra vida, y amarles como ÉL nos enseña a amar.

Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.

Edit dijo...

Maravillosa meditación. Declarar a Jesús como Rey de nuestro Hogar, de nuestro Trabajo, de nuestras relaciones, de nuestra vida toda.
Sentir que cada circusntancia está impregnada de su Presencia y obrar en consecuencia.
Ser Justos... y en esa administración de la justicia, darnos el placer de ser piadosos y equitativos.
Con cariño, te comparto estas reflexiones a las que me hiciste llegar.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Un gran abrazo y un enorme agradecimiento, Edit y Salvador, por su presencia constante, su generosidad y su amistad
Paz y Bien
Ricardo

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