Fundamentos de fraternidad

Para el día de hoy (15/03/11):
Evangelio según San Mateo 6, 7-15

(Jesús inaugura el nuevo tiempo santo, tiempo sagrado de Dios y el hombre.
Y desde palabras sencillas, revela los fundamentos de la vida nueva: Abbá nuestro, Padre -Papá- nuestro, y descubrimos no a un Dios invisible y lejano sino a un Padre cercano y perceptible que se des-vive por todas sus hijas e hijos -el Padre de ustedes sabe lo que necesitan aún antes de que se lo pidan, nos dice el Maestro con inefable ternura-.

Más aún, reconocer a Dios como Padre implica a la vez reconocer en toda mujer y en todo hombre -más allá de toda frontera social, racial, económica y hasta religiosa- a un hermano.
Cuando decimos verazmente Padre Nuestro, dejamos atrás cualquier asomo del yo para pasar al nosotros, cuando encarnamos a ese Padre Nuestro se reafirma una fraternidad que trasciende la historia y las distancias.

Por eso mismo la causa de Dios es también la causa de los hermanos.
Que su Nombre sea santificado para la vida y no utilizado para ningún fin nefasto.
Que Él verdaderamente reine en cada corazón.
Que se haga realidad la voluntad de Dios que es la vida plena y abundante, y nó nuestros intereses mezquinos.

Y desde allí, hacemos nuestra y reconocemos Suya la causa de los hermanos: pan y perdón, justicia y liberación.

Que desde la fraternidad todos y cada uno seamos signos de la Providencia Divina, para que nadie pase necesidad; el Maestro llevará esto a su máxima expresión, haciéndose Él mismo pan que se comparte, que sacia y no se agota.
Que nos volvamos capaces de la reconciliación, no sólo ejerciendo el perdón que restaura corazones sino el júbilo que se restituye cuando las deudas se perdonan a pura generosidad. Nada más ni nada menos que fundamentos de una nueva sociedad que se sostenga desde la solidaridad.
Que no sucumbamos a las tentaciones del egoísmo, de las propias necesidades, del poder y la fama, sabiendo desde todo ánimo que Él ha vencido al mundo: allí mismo comienza la justicia del Reino desde la misericordia, y la liberación desde la superación del egoísmo.

No por mucho repetir palabras tenemos garantizada la eficacia de la piedad, y debemos desaprender mucho en estas cuestiones.
Quizás un modo sea volver a decir confiados desde nuestras quebradizas existencias que abrimos nuestras puertas al gran misterio del universo, que Dios es Abbá -¡Papá!- y que ama a todas sus hijas e hijos por igual.)

Paz y Bien

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