María Reina, un corazón viviendo para los otros

Santa María, Reina

Para el día de hoy (22/08/11):

Evangelio según San Lucas 1, 26-38

(Cuando hablamos de monarcas y reyes, suponemos a quienes tienen primacías, es decir, aquellos que por determinados motivos -origen noble, dinástico, bélico- encabeza a un pueblo o una raza; luego sí podemos inferir poder y gobierno, soberanía y prebendas.

¿Cómo conjugamos esta idea básica con esta celebración de Santa María Reina?
A través de los siglos hemos hecho uso y abuso de ornamentos, vestidos lujosos, joyas y coronas; sin lugar a dudas, en muchos de los casos su fundamento es el afecto y la piedad.
Sin embargo, si nos adentramos en el misterio de la Anunciación y Encarnación de Jesús, todo ello se nos hace ajeno a Ella: tantas ornamentaciones nos la han escondido en su eterna sencillez y humildad.

El Mensajero no se dirige a la Jerusalem del Templo y el poder. Su derrotero expresamente pasa de largo por la clase sacerdotal, por el status religioso instituido y previsible para las cosas de Dios.

Para asombro y alegría de los pequeños -y escándalo de unos cuantos-, Dios se comporta de una manera muy extraña.
Parece que en esa Galilea de la periferia y la sospecha permanente -nada bueno puede salir de allí, según decían- habría de suceder algo extraordinario.

No conforme con ello, la bendición para la humanidad de todos los tiempos florecería en una aldea ignota y polvorienta, conocida sólo por los paisanos del lugar, Nazareth de los milagros.
Allí, una muchachita judía y pobre de pies descalzos es saludada de parte de Dios por ese mensajero. Sus ojos inmensos -la misma mirada del Hijo- se agigantarían en la sorpresa: parece que el Dios del Universo le pide permiso...

Aún así, Ella no retrocede en el temor: se reconoce infinitamente feliz porque el Todopoderoso ha puesto su mirada en Ella, en su pequeñez, en su nada.
Ella se descubre transformada por un Dios enamorado que la cubre con su ternura, sin fijarse en los méritos porque el amor es don incondicional y gratuito, Gracia según dicen.

Esa Gracia expresa la fidelidad y la misericordia de Dios para con los pobres y los sencillos, los que saben como María que Él sostiene y protege a los anawin de toda la historia.
El Hijo que se crece al calor de su alma y se gesta en sus entrañas se encendería de elogios ante su Madre: felices los que escuchan la Palabra y la guardan.

María de la escucha atenta, de la Palabra que se encarna y hace vida, María de la confianza y la esperanza, María la que canta con voz clara a ese Dios que enaltece a los humildes, que libera a los oprimidos, que jamás se olvida de su pueblo, que Dios es justicia expresada en pura misericordia, María la discípula fiel, la que guarda las cosas atesorándolas en su corazón, la que se mantiene firme al pié de esa cruz del dolor intolerable, la que se hace Madre de todos viendo morir al Hijo.

María Reina porque encabeza y tiene las primacías de un pueblo que espera y confía en la misericordia de ese Dios que siempre está presente, aún en donde menos se lo espera, un Dios que se hace uno de nosotros, un Dios tejido en la historia por el Sí! infinito de la más pequeña de todos)

Paz y Bien





2 comentarios:

Marian dijo...

¡Gracias Ricardo por esta reflexión tan ungida
en este día de nuestra MADRE REINA.
¡Muchas gracias!
Dios te bendiga!!!

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Dios te bendiga y María te proteja, Marian!
Paz y Bien
Ricardo

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