Celebrando el alba

Natividad de la Santísima Virgen María

Para el día de hoy (08/09/11):
Evangelio según San Mateo 1, 1-16.18-23

(La Iglesia celebra habitualmente la Pascua de sus hijas e hijos mejores: recuerda con afecto el paso de la existencia a los brazos del Padre de quienes han pasado haciendo el bien, han sido fieles, han descollado de luz.

Ello es razonable si pensamos en las idas y vueltas del alma humana, en sus quebrantos, en sus luces y sombras: no se puede saber de antemano si la existencia de alguien será motivo de júbilo y recuerdo orante, pues la vida se vá edificando día a día. Sabidas y conocidas son muchas historias que no tienen nada de celebración, y que son recordadas como condena y maldición.
Hay tres excepciones: el Nacimiento del Salvador, un Cristo añorado del que no habrá dudas ni ambigüedades desde su misma gestación, y que es celebrado con cánticos de gloria al momento de su llegada. El Dios del Universo se hace hombre y nace -Niño frágil en brazos de madre- para que la vida recupere el sentido y el gusto de ser vivida.

El nacimiento de Juan el Bautista, portador de esa antorcha de esperanza, abriendo la huella en las almas para que pase el Esperado.

Y el nacimiento de Ella, María de Nazareth.

La Palabra se empeña en recordarnos la identidad Jesús a partir de una genealogía muy extraña: aquí no se trata solamente de discernir el linaje real de Jesús, sino que hay un significado más profundo.

El Dios de la Vida vá tejiendo en la historia de hombres y mujeres su alianza perpetua, un Dios tenaz y fiel a sus promesas, un Dios que no olvida ni abandona a su sueño mayor, la humanidad.
En esa historia señalada de varones guerreros, jueces, líderes tribales y caudillos de pueblos, soldados, sabios, pastores errantes, peregrinos del desierto, justos y pecadores, destacan como hitos cuatro mujeres extrañas, cuatro mujeres extranjeras -impensadas portadoras de la esperanza de Israel-, cuatro mujeres que conciben sus hijos en circunstancias cuanto menos sospechosas, cuatro mujeres que de suyo habrían de ser estigmatizadas por las normas de pureza imperantes.

Tamar y Raab cananeas, Betsabé hitita, Rut moabita. Algunas prostitutas, otras provenientes de pueblos tradicionalmente enemigos de Israel, todas sospechosas por ser mujeres.

Más cuando Dios interviene en la historia, suceden cosas muy extrañas.

Como brazos caudalosos del río de la vida, esas cuatro mujeres desembocan en María, muchachita judía de aldea campesina, de la Galilea de la periferia en donde nada bueno puede esperarse, jovencita de embarazo sospechoso e irregular.
Sin embargo, con Ella y por Ella llega la Salvación a la humanidad, que concibe al Salvador en su alma pura y fértil aún antes de que se geste en su seno.

Ella, la que permanece fiel a pesar de que quizás no comprende del todo el saludo del Mensajero, la que confía, la que espera contra toda desesperanza, la que canta las maravillas de ese Dios que se ha enamorado de Ella, que enaltece a los humildes y derriba a los poderosos, que defiende a los pobres y dispersa a los soberbios, que se mantendrá de pié a pesar de que ese Hijo que ama muere ante sus ojos.

Hoy recordamos el nacimiento de María y por ello celebramos el espacio inmenso de su corazón por el que nos llega la Salvación, un alma grande que trastoca maravillosamente el rumbo incierto de la historia humana.

Hoy celebramos el alba de un nuevo día en la historia humana, la madrugada del día nuevo de Jesús, la luz de la esperanza que resplandece en la noche más cerrada y que palpita en las honduras de su alma fiel.)

Paz y Bien

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