La otra maternidad

Santa María, Madre y Medianera de la Gracia


Para el día de hoy (07/11/11):
Evangelio según San Juan 2, 1-11

(Sin dudas, es una lectura extraña.
Se trata del relato del primer signo de Jesús, y sucede en Caná, una aldea de la siempre sospechosa y marginal Galilea de los gentiles, esa misma Galilea que es patria chica del Maestro, esa Galilea que los sabios y entendidos desprecian juiciosamente pues nada bueno puede venir de allí.

Aún sin una mirada de fé, desde un punto de vista estrictamente literario sucede lo ilógico: se trata de un hecho tan fundante como el milagro primero del Salvador, pero la escena gravita alrededor de una mujer. Es María la que adquiere un protagonismo fundamental con una presencia mayor a la de invitada, es María la que se preocupa porque el vino se acaba, es María la que moviliza al Hijo, es María la que dibuja el horizonte: -hagan lo que Él les diga-.

Es un tiempo nuevo, y la maternidad no está acotada al hecho biológico: se trata de prohijar corazón adentro las necesidades del prójimo, se trata de que la Palabra se haga embrión fecundo en el alma.
En la existencia de mujeres y hombres, imposiciones, ritos vacíos de misericordia y solemnidades estériles se han vuelto hasta el cansancio tinajas de piedra llenas de agua vieja, en donde la fiesta de la vida se viene apagando.

Esa mujer judía de aldea sospechosa -casi una nada, sólo una mujer- intuye en las honduras de su ser que ese Hijo tiene la respuesta a esa pregunta que pocos se animan a hacer; la lógica indica que debía dirigirse a los responsables de la celebración al darse cuenta de que se acaba el vino que escanciar.
Pero se atreve, confiada, a interrumpir una animada velada del Hijo y sus amigos. La solicitud por esa fiesta que se duerme es señal que anticipa el milagro, porque la solidaridad es flor primera de la compasión y la misericordia.

¿Hay palabras precisas o una obra de arte suficiente que refleje esas miradas entre Jesús y María?... Sólo habría que dejarse llevar por la intensidad de la escena para estremecerse.
Jesús de Nazareth sabe de su horizonte de cruz y entrega absoluta; aún así, en esa fiesta privilegia el nosotros entre Él y su Madre por sobre todo lo demás.
La respuesta de María es respuesta de fé, de confianza, de maternidad de quien escucha atentamente la Palabra y se deja transformar: por ello brinda una respuesta que desborda cualquier expectativa, y que ha de resonar en nuestro presente y en la vida de todo creyente. Hagan lo que Él les diga es el navegar seguro de la Salvación.

Son seis tinajas de piedra para las abluciones prescriptas por la ley mosaica, seis tinajas de entre ochenta a ciento veinte litros repletas de agua antigua que se transforman por solicitud y amor en seis tinajas llenas de alegría y esperanza que enciende la vida que se apaga.
Parece mucho, demasiado vino: setecientos litros de vino excelente colman la necesidad de cualquier boda...es que en el tiempo de la Gracia el bien es impensado, desmesurado y desbordante, es que hay vino que debe guardarse para los que vayan llegando a las bodas de Dios con la humanidad, es ese vino que se nos ofrece beber en el aquí y ahora.

A pesar de argumentos encontrados y valederos, teologías profusas, acusaciones múltiples, la escuchamos a María preocuparse por esta vida que se nos duerme, sabemos que el Hijo jamás dirá que nó a una cuestión de Madre, que esos servidores anónimos de siempre son los que en verdad descubren el origen del vino bueno, y que todo se trata de una cuestión de amores)

Paz y Bien

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