Al inicio de este viaje

Miércoles de Ceniza

Para el día de hoy (22/02/12):
Evangelio según San Mateo 6, 1-6.16-18

(Hoy comienza el tiempo litúrgico de Cuaresma; muchos tendrán hacia la tarde la cruz marcada en sus frentes, y otros tantos en sus corazones.

Esa marca de ceniza nos iguala en nuestra finitud, en nuestras limitaciones, nos descubrimos frágiles, una nada perdida en la inmensidad del universo descubriendo que la existencia no depende de nosotros mismos, sino de Alguien que está más allá de nuestros cálculos y razonamientos.

Este tiempo que comienza hoy suele referir a un rictus de tristeza y amargura, en estricta portación de colores de duelo y resignación.
Pero esa modalidad se nos hace ajena a las hijas e hijos del Dios de Jesús de Nazareth; a pesar del espanto de la Pasión, se trata del amor mayor en el horizonte, y por ello mismo habrá un mañana de Resurrección.

Es tiempo penitencial, tiempo de sanar heridas en nuestras almas maltrechas y, especialmente, tiempo de curar el daño que hemos provocado en el hermano, por nuestras acciones y por nuestras omisiones, por nuestros maltratos y nuestros destratos.

Es tiempo de conversión -metanoia-, tiempo de volver a los brazos de Dios convergiendo en el hermano, volviendo hacia el que está a nuestro lado y nos esforzamos por no ver ni mirar, pero especialmente, tiempo de salir en la búsqueda incansable de aquellos que no están, que han sido ocultados como sobrantes, como anatemas, como nadies.

La limosna que no es brindar un sobrante de efectivo, sino la disposición cordial de compartir lo poco y lo mucho para que nadie pase necesidad.

La oración que es escucha y es diálogo confiado con Aquel que siempre nos está hablando y siempre nos oye, para volver a comunicarnos entre nosotros, para reaprender el escucharnos.

El ayuno que agrada a Dios, privándonos de alimentos para que otro no pase hambre, pero fundamentalmente privándonos del egoísmo que nos impide ver al oprimido, al abandonado, al caído, al que no cuenta, ese egoísmo y ese temor que nos hace quedar de brazos cruzados.

Al inicio de este viaje intentamos convertirnos en ofrenda, signos latientes de Aquel que nada ha guardado para sí, para que todos vivamos en plenitud, desde la mansedumbre y la alegría que no se apaga)

Paz y Bien




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