Requisitos para testigos

Para el día de hoy (25/05/12):

Evangelio según San Juan 21, 15-19

(Todo sucede luego de comer; las mesas de Jesús son decisivas, sorprendentes y fundamentales. Él ha resucitado, y tal como mucho lo desean, podría haberse encaramado a escenas celestiales en donde quede claramente distinguida su alteridad, en donde se defina su origen divino.
En cambio, Él prefiere sentarse a comer con los suyos, y por eso en su mesa se resuelve la vida.

Entonces Jesús se dirige a Pedro, porque sabe que su amigo no la está pasando nada bien. El duro pescador galileo todavía estaba preso de viejos esquemas y preconceptos, aún se aferraba a su nacionalismo judío que añoraba a un Mesías victorioso proveniente de la realeza, tolerando las crueles normas de pureza que se imponían y un gravoso manojo de preceptos a cumplir a rajatabla. Aún no se atrevía a la dinámica del amor que le proponía y encarnaba su Maestro.

La Pasión de Jesús era un dolor intolerable, aún cuando el resucitado estaba allí: Pedro estaba confundido y apesadumbrado por la aparente derrota de la cruz, por ese Cristo tan pobre y tan humano que se deja matar en la cruz imperial.
Y como si no bastara, su alma se doblaba más porque revestido de miedo, lo había negado abiertamente en esa noche de calabozo y desprecio, más rápido que un gallo del amanecer.

Jesús lo sabe, como sabe qué cosas se entrelazan en cada corazón, como sabe qué es lo que nos somete y nos impide ser libres y plenos. Y no es Alguien que deje a sus amigos librados a la suerte de sus dolores.

Las tres preguntas acerca del querer se le hacen duras, puro reproche. Porque Jesús lo ha perdonado infinitamente, pero Pedro aún no se perdona a sí mismo, y por ello mismo se entristece.
Sin embargo, Jesús vuelve a pasar por su vida sanando su alma y volviendo a enseñarle los requisitos para ser reconocido como de los suyos: amar y servir. De lo contrario, Pedro -como pastor de esa comunidad creciente- no encontrará más que súbditos y no hermanos, tal y como el Maestro propone.

Hoy Jesús de Nazareth nos vuelve a invitar a comer, nos mira fijo a los ojos y nos repite insistente esa pregunta de amores, que encierra una afirmación: -Ahora vos también-.)

Paz y Bien





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