Tiempo de mujeres, fiesta de la vida, música de la Gracia

Visitación de la Virgen María

Para el día de hoy (31/05/12):

Evangelio según San Lucas 1, 39-56

(Ella tiene las urgencias propias de la Gracia, y se pone en camino hacia la casa de Zacarías e Isabel, anticipo santo de ese Hijo que se le crece en el seno y que un día se revelaría el mismo como Camino, Verdad y Vida.

No podemos pasar por alto que se dirige desde la pequeña Nazareth hacia Ain Karem en las montañas de Judá, cien kilómetros harto riesgosos para una muchachita embarazada los camine en soledad. Pero aún con los peligros en ciernes, María no se detiene, ¿quién puede detener a los que el Espíritu impulsa?.

Allí en casa de Zacarías se produce el encuentro, y a pesar de ser parientas, no pueden ser más distintas esas dos mujeres.
Una de ellas casi abuela, esposa de un sacerdote del Templo, de muy buena posición. La otra, jovencísima -casi una niña- campesina judía de pies descalzos, de aldea perdida, esposa de carpintero ignoto, y ese encuentro relata nuestra cotodianeidad: siempre hemos de encontrarnos con distintos a nosotros, y quizás en esa alteridad que a veces asoma como contraposición, podemos crecer.

Pero son dos mujeres que se encuentran y se reconocen, dos mujeres que no han renunciado a la capacidad de asombro, a la posibilidad de sorprenderse, a la capacidad de ver más allá de las apariencias, a un Dios que se revela presente en el otro, pura vida en nuestra cotidianeidad.

Cuando nos encontramos, cuando nos reconocemos tal como somos, cuando descubrimos con asombrosa alegría que Dios está presente y vivo en el otro, la vida nos dá un salto gigante que no se apaga.

Es un tiempo nuevo y extraño: el Dios del Universo no ha buscado sabios profetas, reyes de nobleza descollante o guerreros victoriosos para anunciar que se inaugura el año de la Gracia y la Misericordia. Ha elegido a dos mujeres que tendrán hijos en circunstancias al menos sospechosas, irregulares, dos niños increíbles que han de cambiar la historia.

Es un Dios que no deja ni dejará de asombrarnos, el Dios que llena los ojos profundos y la vida de María, y del que María sabe decididamente inclinado a los pequeños, Dios de la Salvación antes que de la condena, Dios que defiende a los pobres y hace caer a los poderosos, Dios que enaltece a los humildes, que los reune a su mesa y que dispersa a los soberbios, un Dios fiel a sus promesas, Dios de nuestras historias siempre presente, el Dios de María y Jesús de Nazareth, nuestro Dios de la vida)

Paz y Bien

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