Corazón de cruz, sangre de hermano, agua de misericordia

Sagrado Corazón de Jesús

Para el día de hoy (15/06/12):

Evangelio según San Juan 19, 31-37

(Ellos estaban preocupados por cumplir con exactitud las normas de pureza legal a las que estaban subordinados. Con estas prisas, van donde el pretor romano a exigir que se quiebren las piernas de los condenados crucificados, pues la ejecución en la cruz significaba una abyección que profanaba la sacralidad del Shabbat.

Ellos ruegan favores al romano pagano y opresor de Israel, impuro como el que más, para ser precisos en el culto a su Dios.
Ellos piden que se quiebren las piernas de los condenados para que se acelere la muerte y se quiten esos cuerpos para poder realizar su celebración solemne.
Ellos quieren apurar la muerte para que ésos que aún están vivos no sean partícipes de la fiesta, en una lógica exacta de crueldad.
Ellos quieren celebrar, aún con esas muertes, la Pascua de sus antepasados, sin advertir que ha sido sustituida por la Pascua de Aquél que recién ha muerto, muerte en la que ellos han sido partícipes activos y necesarios. Parece que un crimen no los impurifica tanto como la transgresión de un precepto religioso.

El Evangelista Juan nos desliza ciertas palabras que, a simple vista, pueden sugerir un error de redacción o un acontecimiento literario fortuito. Pero nada sucede por casualidad: habla de cuerpos en plural, habla de cruz en singular.
Es la solidaridad perpetua del Dios de la Vida que asume en la cruz de su Hijo el dolor, la injusticia y los sufrimientos de todos los crucificados de la historia.
A partir de la crucifixión de Jesús de Nazareth, una sola cruz es la que porta todos esos cuerpos yertos.

Jesús ha muerto, pero es un muerto que molesta, un muerto gravoso de tanto odio que le tienen. No quebrarán sus piernas, significando que nadie le quita la vida, sino que Él la entrega total y voluntariamente.
Por eso deviene atrozmente inútil la lanzada del soldado imperial. Lo han escarnecido en las horas previas, lo han humillado, lo insultaron y sortearon sus vestiduras. En un odio mayúsculo, una lanza nada inocente atraviesa el costado de ese cuerpo muerto, como queriendo certificar una muerte total, un final definitivo.
Pero es tiempo de Gracia, y desde ese odio brota incontenible un amor aún más profundo.

Brota sangre que es signo cierto y símbolo del amor mayor, el Príncipe de la Paz, un hombre pobre y manso que entrega su vida, que se deja matar para que nadie más muera.
Brota agua que es el principio de la vida, agua de bautismo, de nuevo nacimiento, agua que purifica almas y existencias.
Sangre que es amor proclamado, agua que es amor que se comunica y transfiere sin límites ni condiciones.

La cruz redefine todo concepto que tengamos acerca del amor.
Por ello la cruz es expresión del amor infinito de Dios antes que consecuencia de la voluntad mortal de un odio implacable.
La cruz es consecuencia del corazón sagrado de Jesús de Nazareth que pasó haciendo el bien, Dios que se hace hermano del hombre, un Cristo ejecutado como el más abyecto de los criminales para que no haya más ejecutados, para que nadie más sufra, para que a nadie más se lo quebrante bajo ningún argumento por válido que fuera, para que impere por siempre la justicia de Dios que es la Misericordia que sostiene al universo)

Paz y Bien




1 comentarios:

Yanka dijo...

Ricardo, Que El Señor de La Comunicación te siga bendiciendo. Gracias por hacernos partícipes de las delicias del Amor de Dios Padre Materno. Gracias...

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