Del silencio al júbilo

Nacimiento de San Juan Bautista

Para el día de hoy (24/06/12):

Evangelio según San Lucas 1, 57-66.80

(El viejo sacerdote Zacarías había quedado mudo desde que el Mensajero lo había notificado de la increíble noticia: aunque ya estaba para abuelo, iba a ser padre por la asombrosa bondad de Dios, un Dios al que intuían misericordioso, pero al que le tenían demasiado temor en las venganzas y castigos que le atribuía la enseñanza a través de los siglos.

Por eso a veces es preferible llamarse a silencio, en esos momentos en que las cosas nos desbordan, en que se rompen los moldes que nos hemos impuesto. Es menester callar todo el tiempo que fuera necesario hasta que nos nazcan cosas nuevas, hasta que el corazón esté dispuesto a dejar asomarse vida nueva, aún cuando todo diga que nó, aún cuando lo que nos circunda tenga la apariencia de lo definitivo.

Otro talante era el de su esposa Isabel. Ella también se aproximaba a la vejez, antes que a la frescura de la maternidad. Pero un niño se le crecía en su seno, y pareja le crecía la paz y la alegría; es una mujer plena, que caminado toda una vida y que se siente completa pues vá a ser madre.

Hay que imaginarse tiempo y lugar: aldea montañosa, pueblo pequeño de vecinos cercanos en donde todo se comparte, tristezas y alegrías. Se vive, se crece y se muere junto a los vecinos -éstos son también familia-, con sus idas y vueltas como todos.
Por eso mismo, y luego de celebrar ese parto maravilloso, intervienen con fervor en una cuestión tan fundamental como la de dar un nombre al niño que ha bendecido sus vidas. No es una cuestión idílica, claro está -no tienen derecho a terciar en algo tan importante como ello- pero quienes conocemos la frialdad y la soledad de las grandes ciudades añoramos a esos pueblos en donde cada vecino es un tío, un abuelo, un primo, familia que se agranda en el compartir cotidiano.

Es hora de elegir un nombre, y es un momento clave. Quizás en estos torpes tiempos posmodernos nos hemos vuelto demasiado esclavos de modas y costumbres, y olvidamos que un nombre tiene mucho que ver con lo que será esa pequeña persona que estamos nombrando como padres; un nombre es raíz de identidad y destino.
Es claro que las costumbres son gravosas, a veces en demasía; en aquel entonces, lo usual era bautizar -en la circuncisión de los hijos de Israel- a un niño con el nombre de su padre, de su abuelo o de algún ascendiente varón por línea paterna.

Isabel y Zacarías quiebran la tradición, porque el hijo que les nace -y que como todo hijo es una bendición inexpresable- marca un punto de inflexión en la historia de Israel y en toda la historia humana. Es un niño amado por sus padres y festejado por esa pequeña comunidad de las montañas de Judá, y ha de llamarse Juan, y en ello se empecinan sus padres ante el asombro de parientes y vecinos.
Zacarías tenía un nombre magnífico: su significado, desde el arameo antiguo, es Dios Recuerda. Es que ellos saben que Dios jamás olvida, y la prueba está en ese parto milagroso.

Este hijo no puede llamarse igual que su padre. Dios Recuerda y cumple todas sus promesas, y cuando interviene en la vida cotidiana acontecen cosas maravillosas.
Por eso el niño ha de llamarse Juan, que significa Dios es Misericordia.

Y es esa Misericordia la que le dá color y perfume a este tiempo nuevo.
Zacarías ha madurado en esta bondad -siempre se puede crecer, siempre- y es preciso que regrese desde el silencio. La alegría jamás debe callarse, la alegría se comparte, y por ello el rejuvenecido sacerdote brota en júbilo junto a su esposa y al niño que tanta vida les ha sumado.

Nosotros -vecinos de la Gracia-, también hemos de asombrarnos, frente a tantas cosas que soslayamos por la burda rutina, y que son milagros y signos de un Dios que no nos abandona jamás, la vida que nos nace a diario, la bendición inconmensurable de los niños, en donde no hay propios y ajenos.
Todos los niños son bendición, y todos los niños son, en estos tiempos de Dios con nosotros, hijos de todos.
Nos queda saber si nos animamos a salir del silencio, sabedores de que el júbilo de estar vivos y plenos está presente, aquí y ahora)

Paz y Bien



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