Rodolfo Ricciardelli, señal de Dios para los pobres.

Padre Rodolfo Ricciardelli

13 de julio de 2008 - 13 de julio de 2010


Él rechazó honores, privilegios y rangos. Al igual que el santo negro Manuel, era de la Virgen nomás, y por eso mismo, era de Dios, de ese Dios al que reconocíamos cercano, uno más entre nosotros.

Quizás por ello descubría el rostro del Crucificado entre los más pobres y humildes, y así en los comienzos de acercaba a ellos con la mejor de las noticias.

Pero no bastaba y no basta, vos lo sabías bien Rodo.
No basta hablar de, hay que estar allí mismo, en esos lugares adonde nadie se anima o la gran mayoría le escapa. Porque el Reino comienza en nuestro aquí y en nuestro ahora ahí en esas Galileas siempre sospechosas, tan a menudo despreciadas y ninguneadas con fervor y precisión.

Él no se escapó, y más aún, él se hizo uno más entre los pobres, Dios con nosotros, Dios entre nosotros, un Cristo compañero de nuestros dolores, hermano de nuestras miserias, la Buena Noticia de nuestra esperanza, haciendo prójimo, edificando liberación desde esa identidad única e irreemplazable de ser hijas e hijos de Dios.

Entre los que no son tenidos en cuenta, o son variable económica, o votos en las elecciones, o trabajo esclavo -o putas descartables- te volviste signo y presencia de ese Dios que abiertamente se ha puesto del lado de los pobres... aunque con dolor y entre lágrimas, Richar, esta Iglesia que amamos a veces olvide su vocación primera, que es la de Jesús de Nazareth.

Vos sabías bien que no había que resignarse jamás, de no había que ceder ni una baldosa a la injusticia. Tampoco esquivaste el cuerpo cuando en los espantosos años de fuego y dictadura se llevaron a Mónica Candelaria y a tantos otros, ni cuando te ibas con el Emilio a patear la puerta de la Rosada, con temor y temblor pero sin vacilar.
(Además eras bostero y peronista, para escándalo de algunas almas ciertamente mezquinas)

¿Qué nos queda? Bastante tristeza -te extrañamos a rabiar-, pero el pobrerío, tus hermanos, saben que seguís estando para siempre y en plenitud.

No nos aflojes en tu compañía santa, y regalanos bendición. Protegenos de la indiferencia y de la resignación. Volvenos con el Maestro dignos y firmes en la justicia y la esperanza.

Un abrazo inmenso

Paz y Bien

Ricardo


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