María de nuestras esperanzas



La Asunción de la Virgen María

Para el día de hoy (15/08/12):

Evangelio según San Lucas

(Una mirada algo más que literal nos indica que en la Visitación acontecen dos encuentros, es decir, se reúnen dos mujeres y dos niños.

Esas dos mujeres se comunican con palabras claras y frescas, esos dos niños también se comunican en otra profundidad, y uno de ellos salta de alegría en el seno de su madre.

Esas dos mujeres son muy parecidas y muy distintas a la vez, con cierta rítmica paradojal que es propio de los tiempos de la Gracia, que sólo son capaces de entender las almas humildes y los pequeños, verdad que se oculta a los sabios y doctos.

Una, campesina de piel descalzos, muchachita judía de aldea ignota, una nadie, esposa de un carpintero tan invisible como ella misma.

La otra, más cerca de ser abuela que de ser madre, anciana esposa de un sacerdote, gente conocida de ortodoxia familiar.

Ambas con dos hijos en ciernes creciéndose en su seno, dos embarazos extraños, bebé sospechoso en una, bebé imposible en la otra, embarazos que se translucen en la feliz mirada plena de asombro de las dos.

El encuentro sucede en las montañas de Judá, en Ain Karem, y es un encuentro escondido que no se percibe a simple vista, encuentro sencillo y profundo libre de acartonamientos protocolares, de posturas predefinidas. Son sólo dos mujeres que se descubren madres, y sin embargo allí en esa aldea calurosa la historia humana pega un giro impensado y maravilloso.

Porque el Dios de María de Nazareth es un Dios que teje y transforma la historia de la mano del hombre -mujeres y varones- desde su misma cotidianeidad.

María llena de Gracia, María plena, María feliz, Madre por cobijar en su seno al Hijo del Altísimo, Mamá por escuchar y vivir la Palabra.
En Ella se asoma con perfume nuevo el Reino de la Gracia, y comienza el Año interminable de la Misericordia que sustenta al universo.

En esa muchachita desconocida -como tantas de nuestros días- Dios se revela y se expresa liberador, justicieramente parcial para con los pobres y los pequeños desde su Amor infinito, un Dios que -contra toda razón- derriba a los poderosos de sus tronos, que mira y vé con ojos de Padre a los humildes que languidecen en medio de tanta desolación, y sale al ruedo sin vacilar para que nadie sufra, para que todos sean plenos.

Porque el Dios de María, de José y de Jesús de Nazareth interviene en la historia sin vacilar y con decisión, de manera inesperada y asombrosa, desde donde nadie nada espera, allí mismo nos florece nuestra liberación.

En esa muchacha que vive para siempre se afirman nuestras ansias y nuestras esperanzas, y por ello no bajamos los brazos, y por Ella nos sentimos menos solos, porque su Dios y nuestro Dios nos espera siempre para el abrazo)

Paz y Bien




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