Desde la Galilea de la periferia

Para el día de hoy (17/09/12):
Evangelio según San Lucas 7, 1-10


(Cafarnaúm pertenecía a la región Galilea; es tierra judía -parte de la tierra santa- pero por varios factores los paisanos del lugar eran mirados con recelo y desprecio por la ortodoxia imperante en Judea y, especialmente, en la Jerusalem del Templo.
Entre estos judíos de segunda, tercera y cuarta categoría -kelpers de su fé- Jesús de Nazareth comienza la proclamación del Reino que acontece ya entre nosotros, siendo Él mismo otro marginal más, varios escalones por debajo del resto de las personas habitualmente respetadas. La Buena Noticia florece entre los que no cuentan.

Allí mismo, sucede lo que nos relata el Evangelista en la lectura para el día de hoy.
Se trata de un centurión, un oficial del ejército imperial romano que sojuzga a Israel, que somete al Pueblo Elegido y mancilla la Tierra Santa mediante la fuerza. Además del rechazo que provoca su condición militar, seguramente y para colmo de males es un pagano.
Es decir, es un imperialista, un extranjero y un pagano, un abismo insalvable para tantas razones mezquinas.

Con todo, es un hombre respetuoso de esas gentes; a pesar de ser un opresor, no humilla a sus conquistados.
En esos menesteres, un sirviente suyo cae enfermo sin remedio ni cura, y ese soldado conoce de oídas la fama y las acciones del Maestro. Él se sabe rechazado de antemano, opuesto al profeta nazareno, y por ello se dirige a Él a través de otros.
Su estatura moral es tan enorme como su humildad y su confianza en el Maestro: por ello mismo, Jesús reivindicará expresamente el valor de ese corazón pleno de fé.

A pesar de ser extranjero, pagano y soldado invasor, es un cristiano íntegro, un discípulo incógnito, un hermano anónimo.

Entre nosotros viven muchos centuriones, mujeres y hombres íntegros capaces de que la fé y la confianza florezcan en sus corazones, esos mismos que en silencio construyen sinagogas y nos crecen en su respetuosa presencia. Ellos son amados por ese Cristo que a todos cura, y al que no le importa tanto pertenencia religiosa, política o ciudadana como tanto la confianza y la fé.
Una fé que se decide en una persona: somos creyentes porque estamos unidos a ese Jesús Resucitado antes que adherir a dogmas o doctrinas.

Allí, en esas Galileas de toda periferia, nos volveremos capaces nuevamente de los asombros, porque la Salvación siempre es en tiempo presente, en donde menos se la espera y en quienes se supone ajenos, siendo los más propios, los más cercanos)

Paz y Bien

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