Camellos del más acá

Para el día de hoy (14/10/12): 
Evangelio según San Marcos 10, 17-30


(Los reduccionismos suelen ser afrentas escondidas a la Gracia incomparable que se nos brinda a a través de la Buena Noticia; así, inferir a partir del Evangelio para el día de hoy que es sólo hay un consejo encendido respecto a una vida austera y desprendida, en cierto modo es renegar de la ruptura con el pasado, con el talante de Buena Nueva y Vida Nueva que implica la Encarnación.

Ese hombre, seguramente llevaba una vida confortable, sin riesgos ni apuros, firme en sus convicciones religiosas y cumplidor atento de los preceptos establecidos. Sin embargo, hay un hambre mayor que no se sacia con paliativos ni sucedáneos, y que exige una significativa medida de sinceridad el reconocerle y mucho más, el atreverse a hacer algo para subsanarlo.
Por ello mismo, ese joven corriendo hacia Jesús y poniéndose a sus pies, despojado de formas y representación, con la dignidad de su posición esparcida por su ansiedad hecha carrera, tiene el mejor de los inicios en el camino del seguimiento de Jesús de Nazareth.

No obstante ello, aún debe animarse al éxodo verdadero. Debe hacer pasado esa postura gravosa del cómo, de las regulaciones y pasar a la tierra prometida del quien, que se encuentra en el prójimo, en Jesús el Cristo de nuestra salvación.
Por ello su insistencia en lo que debe cumplimentar para adquirir la vida eterna, una parcela importante en el más allá; seguramente el más acá lo tiene resuelto en su riqueza y sus seguridades piadosas. Le falta la certeza del después, y suplica saber qué debe cumplir con su Dios para procurar ese acceso deseado.

En cierto modo, es un talante habitual en muchos de nosotros.

Esa angustia por nuestra finitud, por vivir para siempre, tratamos de acallarla con la seguridad de ciertos postulados religiosos a los que entendemos definitivos, garantía total de que siguiendo las normas nos haremos herederos de toda eternidad. Y así es como comienzan los olvidos y las negaciones, llegando a los certeros sacrificios humanos.
Porque en el altar del egoísmo se abdica del prójimo.

La Salvación es ante todo don y misterio, agua fresca que nos florece estos yermos que solemos ser, y nos llega por Alguien antes que por algo o, también, su consecución se logra y procura por la acumulación de méritos, culto a un dios que, contador en mano, evalúe nuestro capitalismo piadoso y en la cuenta del haber nos permita ese acceso deseado a su cielo pretendido.

No es así el Dios Abbá de Jesús de Nazareth.

En cierto modo, todos somos camellos del más acá. Todos tenemos cosas a las que nos aferramos con fervor, suponiendo que con eso basta para lograr los favores postreros, la felicidad post mortem. Y así los cardos de la tristeza nos agobian de desconsuelo y soledad, pues el Reino acontece en el aquí y el ahora, la vida eterna comienza ya mismo y nadie se salva solo. Vamos de la mano con los hermanos, especialmente con aquellos a los que salimos a buscar, aquellos a los que nos acercamos y aproximamos/aprojimamos.

Por muchos motivos, por nuestras traiciones y mezquindades, por nuestros quebrantos e infidelidades, por todas las cosas e imágenes a las que nos gusta aferrarnos, nos vamos imposibilitando de lograr, en esa perspectiva equivocada, de ser merecedores de ningún favor divino, desheredados de cualquier Salvación.

Aún así, seguimos siendo camellos del más acá, asombrosamente pasantes por minúsculos ojos de agujas, porque es el tiempo de la Gracia maravillosa, el año infinito de la Misericordia que nos redime, nos busca, nos recrea y restaura.
La Salvación comienza ahora mismo, y ya saboreamos junto a Cristo y los hermanos las mieles de la eternidad en la solidaridad, en la fraternidad, en la liberación, en la mesa grande en donde el pan se parte, reparte y comparte y hay para todos y para muchos más)

Paz y Bien







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