La comunidad cristiana, hogar y perdón


Para el día de hoy (10/12/12):  
Evangelio según San Lucas 5, 17-26

(Nos encontramos nuevamente en la Cafarnaúm fronteriza -el en límite mismo de Galilea- y pesquera. Todo indica de que el Maestro se encuentra en casa de Pedro, lugar a partir del cual desarrolla toda su actividad y ministerio en la zona circundante.

Estas referencias no son sólo coyunturales y físicas, es decir, que relatan un modo de actuar y un sitio determinado. Estas referencias son ante todo teológicas, o sea, espirituales. 
Las cosas de Dios se desplazan del Templo imponente, de escribas y doctores al ámbito humilde y cordial del hogar, de la mesa compartida, de las puertas abiertas, de la fraternidad, de la liberación.
En esa casa será sanada la suegra de Pedro, y se pondrá de pié en disposición de diaconía y vida renovada, en esa casa serán curados ciegos y leprosos, se invitará a comer a excluidos y réprobos, allí Jesús de Nazareth anunciará la mejor de las noticias.

Al Maestro la fama lo precede; no se trata de la pura apariencia ejercida en cortes y élites religiosas, no se trata del encandilamiento por los destellos del poder imperial. Es el conocimiento y re-conocimiento por parte de muchos, que  saben que ese rabbí galileo les habla de Dios de manera nueva y distinta a la de los profesionales de la religión, un Dios que los ama entrañablemente y no un juez severo y rápido verdugo. Es también el coraje de perdonar las penas que agobian, de sanar las dolencias de los cuerpos y los dolores de las condenas. Por ello se agolpan en esa casa, en sus habitaciones, en su patio, en sus umbrales, y es una multitud creciente.

Es claro que nada será igual. El ámbito de hogar, de familia, de Salvación acontece alrededor de Jesús de Nazareth, en el espacio constituido por las gentes que se reunen junto a Él.

Quizás por esa misma fama que se difunde y lo precede, es que cuatro hombres intentan llevar a su presencia a otro que se encuentra yaciendo en un catre humilde, doliente de cierta parálisis, impedido de caminar por su enfermedad y postrado por esos criterios religiosos que adjudican su patología a la culpa, es decir, la enfermedad como consecuencia lógica y necesaria del pecado, motivo de impureza y exclusión.
Esos cuatro hombres son impuros portadores de un impuro, toda vez que la Ley imperante los restringe a la misma impureza que el enfermo que llevan a la presencia del Maestro: tocar a impuro supone impurificarse y, por tanto, volverse indignos de participación social y comunitaria.
Pero a ellos esto poco les importa, y son signo y símbolo de la familia creciente de Jesús de Nazareth, una familia que se constituye a partir de una fé expresada en la confianza y en lo impostergable de la compasión y el socorro. Esa fé será el verdadero milagro, y será motivo cabal de poder presenciar en todo presente cosas maravillosas, realidad que se transforma, vida que se expande.

Es la comunidad cristiana misma, ámbito hogareño de calor bondadoso, de perdón que libera, de sanación y liberación, de ponerse de pié, de misericordia y compromiso con el que sufre, en donde todos pueden llegar a la presencia salvadora de Jesús de nazareth.
Algunos entrarán por las puertas, otro se asomarán a las ventanas, algunos se acomodarán en los patios o en los umbrales mientras que otros abrirán asombrosos huecos en los techos. 
Se trata de que todos se reúnan junto al Maestro, se trata de que todos nos volvamos familia)

Paz y Bien


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