El Bautismo del Señor y las expectativas del pueblo

  

Bautismo del Señor

Para el día de hoy (13/01/13):  
Evangelio según San Lucas 3, 15-16.21-22


(El movimiento suscitado a partir del ministerio de Juan el Bautista tuvo características sorprendentes: congregaba a multitudes a bautizarse en las orillas del río Jordán, en una zona despoblada, desértica, y esas gentes acudían en un número cada vez mayor.

Todo ello tiene un trasfondo que debemos considerar, una hermenéutica que nos permita ver y mirar la totalidad en conjunto y profundidad.

Estamos hablando del pueblo de Israel en el siglo I, sometidos durante décadas a la dominación y a la opresión extranjera; en los últimos años, sufrían la humillación de la bota imperial romana. En la memoria colectiva, palpitaba la acción liberadora de Dios en el éxodo de Egipto, y ello llevaba a que se encendieran las esperanzas puestas en la llegada de un Ungido que liberaría a Israel y reinaría por sobre todos sus enemigos.
Sin embargo, el modo en que llegaría el Mesías y se implantaría la justicia de Dios variaba según los grupos preponderantes de aquel tiempo.
Escribas y fariseos se aferraban a la observancia estricta de los preceptos de la Ley sin excepciones: la religión perfecta de los puros -ellos mismos- apuraría la llegada del esperado.
La clase sacerdotal suponía que era imprescindible incrementar los holocaustos y ofrendas a través del culto en el Templo.
Los zelotas optaban por la violencia, la lucha armada para desalojar a los opresores a la fuerza.

Aún con estas corrientes, las gentes no estaban satisfechas. El pueblo permanecía a la expectativa, dolido en las sombras, hambriento de verdad y de palabras nuevas.

En ese ambiente, surge la figura de Juan el Bautista llamando a la conversión, anunciando a los cuatro rumbos que la llegada del Salvador es más que inminente, ya está entre ellos.

Debido a ello, ríos de penitentes confluían a las orillas del río a bautizarse.
No estaban allí los rigurosos fariseos con sus dictámenes puntillosos, no estaban los sacerdotes -ocupados en el Templo, no estaban los zelotas preparando las armas para un nuevo golpe sangriento.
Allí estaban publicanos, prostitutas, enfermos, campesinos y pescadores, algunos soldados, la gran mayoría invisibles e indeseables.

Por entre la multitud y haciendo la fila como uno más, Jesús de Nazareth.

Ese Cristo silencioso, anónimo entre la multitud de dolientes que buscan una vida nueva, que no son tenidos en cuenta, es también Epifanía, manifestación de la preferencia y amor infinito de un Dios al que se lo encuentra entre los despreciados.
Es un bautismo de fuego que enciende los corazones, el verdadero bautismo que transforma las existencias y del que la inmersión en el agua es sólo una señal.

El Salvador entre el pueblo caminante es certeza de cielos abiertos, de tierra fecundada por semillas de eternidad, del asombro de descubrirnos sin condiciones y gratuitamente, hijas e hijos muy queridos por un Dios que es Padre y también es Madre, un Dios con nosotros y como nosotros)

Paz y Bien
 
 

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