Anunciación y Gracia


Anunciación del Señor

Para el día de hoy (08/04/13):  
Evangelio según San Lucas 1, 26-38

(A María de Nazareth gustamos cubrirla de joyas y coronas, de impresionantes vestidos y ubicar sus imágenes en templos enormes. Esto responde en la mayoría de los casos a un amor entrañable que despierta en muchos de nosotros Theotokos, la Madre de Dios.

Sin embargo y en cierto modo, trastocamos así el profundo mensaje de la Anunciación del Señor, el afecto y las preferencias de Dios que allí se transparentan. Pues no se trata de volvernos rigurosamente exactos en exégesis, sino más bien de la atenta escucha de la Palabra que nos vuelve fieles y fecundos como María.

Ante todo, el Mensajero. Gabriel, en su raíz hebrea, significa Fuerza de Dios. Esa Fuerza de Dios -que Jesús de Nazareth revelará como amor infinito- hace cosas asombrosas e impensadas, e interviene humildemente -de manera silenciosa, casi clandestina- en la historia humana.

El Dios de María de Nazareth es un Dios que se aleja de los centros del poder, que no elige guerreros de renombre ni reyes gloriosos, sino que se decide por una mujer, una que no cuenta, una muchachita ignota de aldea campesina y polvorienta en medio de la nada. 
De un modo deliberado, el anuncio de un tiempo nuevo y definitivo se desplaza de la grandiosa fastuosidad del Templo de Jerusalem a la periferia aldeana de esa Galilea siempre bajo sospecha de heterodoxia, de ser menos, de no tener relevancia.

Es que en el tiempo nuevo -y el Hijo de María lo habría de enseñar- Dios ya no habitaría en templos de piedra, sino que tabernáculos y sagrarios serán para Él los templos vivos y latientes de cada hombre y cada mujer, un tiempo que inaugura María de Nazareth a partir de esa manifestación enamorada del Dios de la Vida.

La Anunciación del Señor -Anunciación a María- enciende la llama perenne de Dios con nosotros, el tiempo santo de Dios y el hombre.

Todo sucede a partir de un amor entrañable.
Será desde ese amor que el tiempo florecerá en la gratuidad de quien se entrega incondicionalmente. 
Es la Gracia de Dios que pide permiso, que no se impone, que allí en donde se hace presente la vida se expande y florece.
Así en la mínima existencia de la mayor de todos, la Llena de Gracia, con esa vida que se le crece en su interior, vida que es promesa cumplida y esperanza de que ya no haya imposibles, porque el amor y la fé todo lo pueden)

Paz y Bien


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