La obstinación de un Dios pobre



Para el día de hoy (03/06/13):  
Evangelio según San Marcos 12, 1-12

(El Dios de Jesús de Nazareth es un pobre absoluto. Nada tiene, nada se ha reservado para sí, todo lo ha dado. Cuando ya nada le restaba, entregó a su propio Hijo en un esfuerzo último de rescatar a los violentos apropiadores de una viña que no les pertenecía, y que Él les había cedido con una abrumadora confianza.

Hasta este momento último y decisivo -escatológico-, ese Dios dilapidó consecuentemente a sus amigos, enviados veraces y pacíficos que trataron de hacer entrar en razones a los díscolos labriegos. A todos y cada uno de ellos lo despreciaron, lo ignoraron, lo violentaron, lo asesinaron, en soberbia lucha por imponer poderes escasos.

Este Dios tiene un amor tan obstinado por su viña que describirlo como locura no es suficiente. A cualquier persona que actúe de ese modo, o la repudiamos por generosidad torpe o la encerramos por sus desvaríos.
Este Dios ama hasta mucho más allá de los humanos parámetros de la cordura, y solamente desde allí es posible adentrarse en el Reino que proclama e inaugura Jesús de Nazareth, un hombre humilde y pobre hijo de un Dios absolutamente pobre.

Cristo se identifica hasta lo indecible con los pobres porque, de alguna manera, son muy parecidos a Él, Dios compañero en nuestros arrabales.

La ausencia del Dueño de la viña no es abandono, sino más bien confianza ilimitada en nuestras posibilidades y compromisos.
La ausencia del Dueño implica que hay trabajo para todos, para que la tierra florezca, para que haya vino del mejor.

El Dueño tiene depositada en nosotros una fé inconmensurable)

Paz y Bien

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