La muerte de Dios



Para el día de hoy (20/07/13):  
Evangelio según San Mateo 12, 14-21


(La ruptura entre el poder religioso -representado por los fariseos- y Jesús es total: ya no se limitan a trampearle pregunts, a detectarle yerros en su ortodoxia, a criticarlo sin medidas. Lo han exonerado de toda posibilidad de que sea de los suyos, el rabbí galileo es anatema, un excomulgado al que deben, imperiosamente, silenciar, aniquilar, planificar su muerte.

El se retira, porque su vida no ha de ser tomada cuando se les antoje a sus enemigos, sino cuando Él la entregue plenamente en libertad. Y así como se aleja de ese circuito oficial, también las gentes más sencillas lo siguen -los olvidados, los que no cuentan, los impuros y pecadores-, porque en ese Cristo encuentran respuestas, palabras de eternidad, salud.

De alguna manera, cada vez que Jesús de Nazareth no nos encaja en los esquemas que convenientemente nos hemos preestablecido, también tratamos de acallarlo. Y el mundo también, a menudo de modo más brutal.
Cuando se suprime mediante la violencia -física, psicológica, social- toda voz profética que anuncie lo que es verdaderamente humano y denuncie lo que es opuesto a la vida, los afanes se encaminan a la muerte de Dios. La muerte de Dios es la inhumanidad en ascenso.
Porque permanecer fieles a la Buena Noticia entraña peligros ciertos. Porque el amor es una amenaza para los poderosos de toda laya.

Aún así, con todo y a pesar de todo -esta Iglesia que amamos también ha hecho y hace de las suyas- no puede apagarse la esperanza, de ningún modo. Cristo está vivo y presente entre nosotros, Servidor de todos a través de los suyos, sin quebrarse, sin adormecer la justicia, sin abandonos, porque la vida prevalece)

Paz y Bien

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