Matrimonio, divergencias y convergencias


Para el día de hoy (16/08/13):  
Evangelio según San Mateo 19, 3-12


(La discusión iniciada por los fariseos no es sólo con el ánimo de hacer quedar mal frente al resto de los oyentes a Jesús de Nazareth, sino que se trata de una querella encubierta: una respuesta errónea, heterodoxa, desviada de la recta doctrina imperante sería una causal para el juicio y la condena por el Sanedrín, en cuanto violación flagrante a la ley de Moisés.

Ahora bien, entre los mismos fariseos persistía durante décadas cierto disenso, según se siguiera la escuela rabínica de Shamai o de Hillel, cada uno con una exégesis muy dura respecto de los preceptos mosaicos. Sin embargo, coincidían en varias cuestiones. Por un lado, discutían la licitud del divorcio desde el punto de vista del varón, pues la mujer carecía de derechos. Por otro lado, y esto es crucial, su fundamentalismo había antepuesto la Ley a todo lo demás, de tal modo que el Dios en el que creían se volvía cada vez más inaccesible y simultáneamente manipulable en el cumplimiento puntilloso de las normas.
En una mirada así, no hay ninguna posibilidad de noticias nuevas, es decir, el Dios Abba de Jesús de Nazareth es inaceptable y afrentoso.

Quizás por ello el Maestro discute con ellos en sus mismos términos y desde su misma perspectiva, para tratar de que regresen a lo primordial que es el Dios que inspira a las Escrituras y no la Ley que dibuja una caricatura de Dios.

El Dios de Jesús de Nazareth es amor, es amor que se entrega totalmente y sin reservas, y es ese amor, expresado en el matrimonio, el que no puede diluirse ni disolverse. Ese amor no ha de tener quebrantos, por más esfuerzos en contra. Precisamente éso les señala el Maestro a sus inquisidores: es la dureza de los corazones humanos lo que llevó a las rupturas.
Matrimonio es converger hacia un mismo horizonte eterno y trascendente, conjugando dos existencias -con todas sus diferencias y particularidades- en una vida nueva unificada libremente, una vida que se expande y multiplica, en donde lo sexual es muy importante como decir amoroso de los cuerpos mas nó lo único.

Por muchos motivos, esa conjunción -cónyuges- suele estamparse contra muros y quebrarse, con mucho dolor. Allí se establece una divergencia, un girar cada uno por su lado, una frustración de los sueños de ternura del Dios de la vida. Porque el matrimonio es esa convergencia/planta que se edifica, germina y crece en el día a día, con paciencia, con tolerancia, con el fértil reniego de uno mismo, en la afanosa y grata búsqueda del nosotros al encuentro de Dios.

Pero no podemos quedarnos en la postura legalista.
A no dudar que el matrimonio es indisoluble, pero a no dudar de la posibilidad de levantarse de los que han caído. En caso contrario, el amor queda reducido a un libelo codificado que se decide en los tribunales.

Todos, indefectiblemente, somos esclavos esperanzados de la misericordia de Dios)

Paz y Bien

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