Oración y justicia



Para el día de hoy (20/10/13):  
Evangelio según San Lucas 18, 1-8



(Para estos ojos modernos que de manera tan mundana portamos, los jueces deben ser -en absoluto- asépticos y quirúrgicos a la hora de hacer cumplir la ley. No está mal, claro está, pero la mirada de Jesús de Nazareth vá más allá y se sumerge en las honduras de lo humano: el juez de la parábola es injusto porque nada le importa salvo sí mismo -poder, prestigio-, y así no tiene en cuenta a Dios ni a los hombres, ni tampoco protege a los débiles, no es alguien a quien acudir en búsqueda de equidad ni protección.

La viuda, en cambio, es epítome de la debilidad. Porta el duro gravamen social y religioso de ser mujer, o sea, es considerada un ser inferior, apenas por sobre los esclavos, sin ningún derecho. Ello se agrava en lo jurídico, pues al ser viuda, no tiene un varón de su familia que hable y reclame por ella, que la proteja frente a cualquier atropello.
Y su clamor frente a este juez indiferente es muy significativo: no pide castigos para con su adversario, sino que reclama la justicia que se le niega, pura justicia, obstinado hambre y sed de justicia que no sabe de resignaciones.

Y lo logra. Es su rebelde tenacidad, es su esperanza que no abdica la que logra torcer la voluntad pétrea de ese juez omisivamente cruel. Porque es el juez el que se cansa y satura, ella jamás baja los brazos.

No se trata de procesos azarosos: el Maestro deliberadamente conjuga esta parábola con esta necesidad profunda de orar sin cesar, sin desfallecer, sin desertar de la confianza. Orar es navegar hacia el horizonte de Dios, orar es ponerse en su misma sintonía, y esa sintonía es el Reino, un Reino que es aquí y ahora.
Por ello oración y justicia son inseparables.

Quiera el Espíritu que nos vayamos volviendo así de molestos, así de fastidiosos, así de tenaces, así de rebeldes, así de fieles, que nunca nos resignemos, para que imperen la paz y la alegría, hermanas amadísimas de la justicia)

Paz y Bien

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