Zaqueo, el Cristo al fin en casa



Para el día de hoy (03/11/13):  
Evangelio según San Lucas 19, 1-10



(Jericó es un gran portal para los campesinos galileos que se encaminan hacia Jerusalem, a peregrinar hacia el Templo; es la entrada misma a Judea. Es también una encrucijada clave por las rutas que la atraviesan, por lo que el comercio ha crecido notoriamente, y con ello, en ciertos sectores abunda el dinero. Al ser fronteriza -por canalizar el acceso a Judea- también posee una aduana en donde destacan los cobradores de tasas, allí, en las arterias principales y en los mercados.

Estos recaudadores de impuestos, llamados publicanos, colectaban dineros para el Imperio, para la Roma que sojuzgaba la Tierra Santa. Por ello eran despreciados fervorosamente por sus paisanos, los que le adjudicaban la misma categoría moral de las prostitutas; a menudo, se abusaban de su posición para , mediante prácticas corruptas, cohecho y soborno, amasar grandes fortunas.
Por su abierto colaboracionismo con el extranjero opresor y por los abusos a sus compatriotas, vivían prácticamente aislados del resto de la comunidad, por exclusión social pero también por severos dictámenes religiosos, pues se los considerabam a su vez impuros incurables.
Y dentro de los publicanos, había determinadas categorías o jerarquías, siendo las más altas las de los jefes, que en consonancia con sus prácticas inmorales, eran los más ricos y poderosos.

Tal es el caso de Zaqueo.

Casi siempre solo, apenas con sus parientes y con otros publicanos, aunque no hemos de descartar a los imbéciles adulones de siempre, cultores del poder y del dinero. Nos dice la Palabra que Zaqueo era de baja estatura, y por ello, al paso del Maestro, debe subirse a un árbol, un sicómoro, para poder ver quién es ese rabbí galileo del que tanto hablan.

Sería sencillo imaginarnos a un hombre bajito, con las lógicas dificultades para mirar por encima de la multitud; pero con ello dejaríamos de lado signos y símbolos con que la Palabra nos provoca, nos revela y nos rebela. En cambio y sin temores, podemos afirmar que el problema es la estatura moral, la altura ética del publicano. El mal, el pecado que asumió en su cotidianeidad como normalidad lo ha ido rebajando, y le ha nublado la mirada.
El mal carcome y minimiza nuestros posibles crecimientos en humanidad.

Pero primero y ante todo, siempre está la iniciativa bondadosa de Dios que se revela en Jesús de Nazareth, un Dios que no se esconde, que sale al encuentro y busca a los extraviados. Porque ese Cristo tiene una mirada profunda y lejana que no se detiene en esas miserias, sino que es capaz de ver todo lo que podemos llegar a ser, y por esa esperanza que no puede apagarse, siempre habrá motivos de festejo.
Ese Cristo quiere llegarse a este corazón-hogar que somos, para celebrar la vida renovada y recobrada, vida nueva, resurrección que se asoma.

Porque sin esa iniciativa de Dios, lo de Zaqueo sería solamente una curiosidad banal.

Los que de algún modo intentamos seguir los pasos del Maestro, tenemos mucho por hacer. Hay mucha gente encaramada a miles de árboles, pues nada alcanzan a ver más allá de sí mismos, por el pecado practicado o por la miseria impuestas. Y hemos de llamarlos, y hemos de hacerlos bajar de allí, para que haya miradas a los ojos y palabras plenas de cordialidad y sinceras en el perdón que porten.

Porque la mesa grande de Dios está abierta para que nadie falte)

Paz y Bien
 



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