El niño que hemos extraviado



Para el día de hoy (01/03/14):  
Evangelio según San Marcos 10, 13-16




Distintas disciplinas afirman con un notable grado de veracidad el rol fundamental de la infancia en la vida adulta de las personas. Es decir, tanto la felicidad como los traumas dejarán huellas perdurables en la vida de cada hombre y de cada mujer, y estas escasas líneas probablemente no describan la magnitud de esa importancia.

Jesús de Nazareth había sufrido a causa de sus discípulos, claro que sí. Ellos no terminaban de aceptar la misión del Maestro, un hombre que eligió ser un hombre pobre y humilde, un Salvador servidor de todos, que no ambiciona poderes mundanos, que anticipa espantosas derrotas, y por ello discutirán con fiereza entre ellos e incluso le reclamarán un sitio preferencial a su lado en lo que imaginan será su coronación como rey de Israel.

Las gentes no dejaban de llevarle a sus hijos más pequeños para que se los bendiga -uno siempre lleva y comparte con quien confía a quien es lo más valioso de su vida-. Pero los discípulos discutían y retaban a los padres y madres de esos niños, y es la misma sintonía expuesta. El Maestro está para cosas en verdad importantes, y nó para preocuparse por tonterías pueriles; en la Palestina del siglo I, un niño era un sin derechos, alguien que no cuenta ni tiene la menor relevancia, a medio camino entre un esclavo y una mujer.
Ellos le adjudican a Jesús sus propias ansias, y ése es un error gravoso repetido de continuo a través de los tiempos.

En cierto modo, y aún cuando nos hayan tocado vivir momentos bravos y muy dolorosos, hay aconteceres en nuestras infancia que llevaremos siempre. La capacidad de asombrarnos. La alegría frente al descubrimiento de un regalo que excede nuestras expectativas. La inexistente vergüenza al expresar nuestros miedos y carencias. Pero por sobre todo, esa pureza, esa transparencia del corazón, indispensable para ser felices, para mirar y ver a Dios.

Ese niño se nos ha extraviado en algún momento. Tal vez hemos hecho ingentes esfuerzos para que no salga a luz, para no reencontrarnos. No obstante, es crucial, es lo más importante, y es la disposición cordial para ingresar al Reino infinito de la bondad, el tiempo de la Gracia y la Misericordia que nos ofrece Cristo incondicionalmente, con un abrazo y una bendición.

Paz y Bien

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