Lunes Santo: Un perfume persistente




Lunes Santo

Para el día de hoy (14/04/14):  
Evangelio según San Juan 12, 1-11

El decreto de captura estaba vigente. A Jesús lo estaban buscando los escribas, los fariseos, los herodianos, los siervos de los sumos sacerdotes y la policía religiosa del Templo, y están buscándolo para proceder a su muerte, para ejecutarlo, para religiosamente eliminar ese rabbí galileo peligroso y perturbador.

Un Cristo así, prófugo y precondenado no era buena compañía para nadie. Aún así, muy cerca de Jerusalem está la casa de Lázaro, de María, de Marta. Allí siempre el Maestro se sintió más que a gusto, en familia, abrigado por amigos.
La casa de Betania es el sueño de Iglesia para muchos de nosotros, ese recinto amplio en donde Cristo se siente a gusto, en fraternidad, familiarmente vinculado. 

Allí cuentan esas actitudes primordiales que son Buena Noticia pura: el redivivo Lázaro comparte la mesa con su amigo, y no le importa los peligros que corre por refugiar y acoger a ese hombre marcado y perseguido, un riesgo mortal. Además, un gesto sencillo y profundo: no hay que dejar comer solos a los amigos, la mesa está para alimentarse pero también para compartirse.

Marta, como siempre, excediendo la mera obligación en amorosos afanes de servir. Es la diaconía que nos mantiene vivos y en pié, que nos cuida, que nos protege y sostiene.

Y María, la que sabía beber la Palabra a los pies del Maestro, la que se quedaba con la parte mejor, por ese profundo amor y esa entrañable amistad cumple un gesto sacerdotal: vuelca sobre los pies del Maestro una libra de perfume de nardo -una fragancia carísima, el salario de todo un año de un jornalero su costo- y luego los seca con sus cabellos. Es una unción sagrada porque es una unción amorosa y profética que preanucia la Pasión, y que sabe valorar la importancia del momento. Ella santifica el instante con su servicio mínimo, pues lavar los pies era tarea de los siervos menores y de los esclavos, y era impensable que ua mujer estuviera con sus cabellos sueltos enfrente de un hombre que no fuera su marido. Pero la cercanía con Cristo rompe todos los moldes y esquemas rígidos, y toda la casa se inunda de ese perfume persistente, el perfume del amor a Dios, el perfume del afecto, el perfume del servicio generoso y desinteresado.
Así la Iglesia se perfuma cuando sus hijas e hijos se dedican a su vocación, la compasión que es la flor primera del Reino.

La actitud de Judas es ajena a la Buena Noticia por su mezquindad. Él, al igual que tantos bienintencionados hoy día, es veloz en la crítica y exige que se haga solidaridad a partir de los bienes ajenos. Pero la solidaridad, como hija dilecta de la caridad, comienza por despojarse de sí mismo y hacerse don y bendición para los demás, especialmente para los que más sufren, para los doblegados por la miseria.
Judas esgrime ideología sin amor, Escrituras literales, abstracciones declamatorias en su incapacidad de recibir ni brindar Buenas Noticias.
Judas convivió diaramente con el Maestro tres años. Sin embargo estaba muy lejos de Él.

María se encontraba en el centro mismo del corazón sagrado del Señor, y por eso no vacila en realizar ese gesto que, a ojos escasos, puede parecer extravagante. En realidad extravagante es declamar justicia para los pobres desde una tribuna preferencial, pero jamás involucrarse fraternalmente en su barro, desde su mismo lugar, hacerse presencia.

Santa Semana que nos propone este lunes, para decidirnos cuál es el perfume que debe acompañar nuestra existencia y la de esta familia creciente que llamamos Iglesia.

Paz y Bien

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