Lo que perdura



Para el día de hoy (05/05/14):  
Evangelio según San Juan 6, 22-29



Los discípulos se habían retirado en la única barca que había en el lugar. Ellos lo habían visto caminando sobre el agua, y las gentes a la que había alimentado -una nutrida multitud- fueron en su búsqueda, tratando de saber no tanto cuando había llegado a Cafarnaúm sino más bien cómo lo había hecho. Simbólicamente, no nos es ajeno y es frecuente en la historia de la Iglesia, esas ocasiones cuando la Iglesia navega sola con un rumbo distinto al de Cristo, y esas cuando las frágiles barcas de nuestras existencias yerran los puertos pues Él no viene a bordo y está muy lejos del timón.

No es una mera figura literaria, claro que nó. No es tan difícil advertir que Jesús camina por las aguas hacia otras orillas distintas de las nuestras, pues nos volvemos devotos de los éxitos religiosos, porque nos seduce lo masivo, porque los signos de eternidad que a cada paso nos florecen -porque el Espíritu sigue soplando por todas partes- devienen para nosotros en signos intrascendentes, de cosas banales, perecederas, inmanentes. En los extremos, está aferrarse a la liturgia de los sacramentos por el ritual mismo y nó por la Gracia que se nos desborda, por el amor entrañable de Dios que allí se nos expresa.

Así como el fin no justifica los medios, así como la pura praxis sin ética es opresiva y trae consecuencias opuestas a la dignidad humana, así muchas de las acciones que suponemos cristianas -en su estadio mayor, santas- son sólo acciones perecederas de un grupo religioso más sin identidad ni trascendencia, y esta postura suele estar, tristemente, asociada a todo tipo de fundamentalismos e intolerancias, abiertos u ocultos, pero todos ellos ajenos a la Buena Noticia. Por esas cuestiones, la multiplicación de panes y peces será solo un show conmovedor, un acontecimiento milagrero mas nó una señal asombrosa de la bondad de Dios y una decisiva enseñanza para todos los pueblos en todos los tiempos, tan raigalmente humana que por eso mismo es divina.

Lo que en verdad perdura es nuestra confianza puesta en Jesús de Nazareth. Lo que perdura es seguir sus pasos, ser sus discípulas y discípulos.
La obra de Dios es vivir como Jesús, amar como Jesús, salir en busca del hermano, hambrearse con fuerza de justicia, compartir mesa y pan con la existencia misma.

Paz y Bien

2 comentarios:

camino dijo...

sólo Dios es lo único perdurable, todo pasa, gracias.

Ricardo Guillermo Rosano dijo...

Es verdad, sólo Dios permanece. Y a nosotros, como hijas e hijos, quizás nos quede mostrar la madera de la que estamos hechos, la savia de la Gracia que nos corre, la vid primera que es Cristo y de la que somos ramas.
Gracias por tu presencia y tus palabras.
Paz y Bien
Ricardo

Publicar un comentario

ir arriba