El árbol santo





La Exaltación de la Santa Cruz

Para el día de hoy (14/09/14) 

Evangelio según San Juan 3, 13-17




Dos árboles que son símbolo y signo de nuestro destino.

El árbol del paraíso, de la caída, del pecado, de elegir la muerte y el exilio de la vida, el árbol que simboliza todos los males que elegimos.

Pero a través de otro árbol, un árbol santo, hemos recuperado la vida merced al pago del rescate pagado al precio de su propia vida por Jesucristo, árbol de la Salvación.

Es la contradicción mayor para las razones de este mundo. Quizás a nosotros, mujeres y hombres del siglo XXI, el pleno significado de una cruz se nos escape en su gravoso significado.
Para nosotros puede significar un símbolo de muerte y horror. Pero para las gentes del siglo I de Palestina y de otras varias provincias del Imperio Romano, la cruz implicaba una ignominia insuperable, el método elegido por los césares para ejecutar a los criminales más abyectos, a los que subvertían el orden, a los marginales. Y como si no fuera suficiente, una interpretación de la Torah implicaba que el ajusticiado era, a su vez, un maldito. Marginal, abyecto y maldecido, sumado al espanto, era la consecuencia de la crucifixión.
Y también un ominoso efecto disuasorio, pues el ajusticiado en su sufrimiento -o su cadáver- queda expuesto a la vista del pueblo para cercenar cualquier asomo de rebeldía o desvío de la autoridad opresiva que se impone.

Sea cual fuere el abordaje pretendido, todos pueden coincidir en el análisis último del sufrimiento y la muerte.
Y en esa lógica, exaltar la cruz es una locura.

Pero en el horizonte de la Gracia, no tratamos tanto con razones sino más bien con co-razones. 
Se trata de un misterio insondable que no puede ser abarcado con mensuras humanas, tan inmenso que es.
Se trata de un Padre que se muere dos veces por los demás: muere dos veces porque es su propio Hijo el que se le muere en esos espantos, y muere para que no haya más crucificados, nunca, y para que toda la humanidad, amada con ternura entrañable, sea plena y encuentre la felicidad y la salud, la Salvación.
Se trata de un misterio de amor y de vida que se propaga imparable porque se ofrece generosa e incondicional.

Ese árbol santo tiene dos ramas, una que lo liga eternamente al cielo de la trascendencia y la eternidad, e inseparablemente otra rama que horizontalmente cobija y señala a todos los hermanos.

Exaltamos la cruz porque en ella Cristo se ha puesto al hombro nuestros sufrimientos, nuestros dolores, nuestras miserias y nuestros pecados, para vivir plenos, sin menoscabo. Y porque no hay amor mayor ni tesoro más valioso que el dar la vida por los demás. Y porque renegamos de todas las cruces que se imponen, crueles y groseras.
Sólo desde la vida ofrecida se nos crece más vida.

Paz y Bien




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