Eficacia de la oración




Para el día de hoy (09/10/14) 

Evangelio según San Lucas 11, 5-13




La Palabra de Dios requiere de nosotros una escucha atenta, una disposición cordial, y la capacidad de ir más allá de la letra, hacia el centro del corazón sagrado que la inspira. Es por ello que nunca nuestra lectura debe ser lineal: toda literalidad afecta esa escucha fundamental, y peor aún, es causa primera de todos los fundamentalismos, de cualquier laya o tendencia.
Es por ello que un acercamiento ligero nos indicaría que, al modo del personaje de la parábola, Dios atiende por cansancio o hartazgo. O solamente a los que insisten.

Nada de eso. Dios atiende porque es bueno, porque ama con cuidado de Padre y ternura de Madre.
El Dios de Jesús de Nazareth no actúa ni obra de acuerdo a que ha llegado a estar harto, o a egoísmos específicos, para quitarse los problemas o las molestias. El Dios de Jesús de Nazareth a nadie se quita de encima.

Este Dios siempre está en nuestras antípodas.
Nosotros solemos hacer cosas forzados por las coyunturas y las conveniencias individuales. Este Dios es infinitamente generoso, de modo incondicional.
Nosotros cuidamos a nuestros hijos del mejor modo posible; este Dios cuida a todos los niños, a todos los seres vivientes, sin límites ni exclusiones.
Este Dios es amor, donación perpetua, comunicación perfecta. Este Dios de continuo está amando, se está brindando, nos llama sin cesar.

Así entonces la oración cristiana será eficaz no tanto por las cosas o sucesos que obtenga, sino más bien por la tenacidad y el coraje en responder. Porque el paso primero, las primacías son siempre de ese Dios que nos llama, y el fruto es Espíritu Santo, persona y plenitud, la eternidad que se nos entreteje en nuestra historia, nuestras existencias fecundas por la presencia de Aquél que hace nuevas todas las cosas.

Paz y Bien


1 comentarios:

pensamiento dijo...

Cuanto más se avanza en la vida de oración, más se penetra en el misterio del silencio de Dios. Muchas gracias, por su vista y sus palabras que siempre dan sabor a Cristo.

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