El sol que nace de lo alto




Para el día de hoy (24/12/14) - Misa propia del día

Evangelio según San Lucas 1, 67-69



Al anciano sacerdote Zacarías le ha nacido el hijo soñado.

Hubo de quedarse mudo durante un tiempo, replegado al silencio, porque a veces es necesario callar para recuperar la capacidad de la escucha atenta, un silencio frondoso para que pueda surgir la música nueva, la bendición de Dios.

Zacarías recupera el habla al nacer ese bebé que será una antorcha de auxilio y esperanza para todo su pueblo. El siente que su avejentado corazón rejuvenece pleno de alegría por ese hijo, porque todo hijo ratifica la alianza de Dios con la humanidad, vida tenazmente persistente desde la debilidad de los niños. Y el Espíritu le enciende los fuegos de su alma, menguados por ciertas resignaciones y por esterilidades que van mucho más allá de las disfunciones de su cuerpo.

Ese fuego de Dios lo vuelve capaz de leer su propia historia y la historia de su pueblo en clave de esperanza y de misericordia, y es la señal de que allí se escucha una profecía, voz cierta de Dios para el pueblo.
En gozo y fidelidad, su plegaria y proclama es tan nutricia y luminosa que esta familia que llamamos Iglesia la adoptado como propia en las mañanas cuando reza Laudes.

Dios nos visita.
Dios nos visita para quedarse definitivamente, aquí mismo, uno más entre nosotros en humanidad, el más humano de todos.
Dios nos bendice con justicia y con la paz.

Se llega hasta estos arrabales el sol que nace de lo alto, un sol distinto que disipa tinieblas y dolores, un sol extraño pues es una persona, una personita, un Bebé santo en brazos de su Madre, en quien misericordia y derecho se abrazan, luz que ilumina nuestros pasos vacilantes por caminos de santidad, de paz, de liberación, de compromiso perpetuo de un Dios que cumple siempre, sin excepciones, todas sus promesas.

Paz y Bien

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