Esponsales de Dios





Para el día de hoy (19/01/15) 

Evangelio según San Marcos 2, 18-22




Los fariseos son considerados como el epítome de la negatividad, de la enemistad flagrante con Cristo, todo lo reprobable religiosamente, al punto de elevar el sustantivo fariseo como adjetivo descalificativo por autonomasia. 
Pero en realidad, los fariseos eran hombres profundamente religiosos. Ellos eran muy piadosos y, a su vez, estudiaban profusamente la Torah, la Palabra de Dios, en su idea de permanecer fieles y puros ante su Dios. 
Dos cuestiones fundaban su espiritualidad: por un lado, una lectura literal de la Palabra, en desmedro de todo nivel de profundidad y significado, olvidando quizás a Aquél que la inspira y dá sentido. Y la literalidad es madre de todos los fundamentalismos, que necesariamente son exclusivistas y violentos con el distinto o disidente. Por otro lado, se afirmaban en una religiosidad retributiva, es decir, una religiosidad que obtendría los favores divinos mediante la acumulación de acciones piadosas y cumplimientos preceptuales.
El término fariseo significa separado -perusim-, y ése, probablemente, sea su color distintivo: se suponían separados de los demás por criterios de pureza y rigurosidad ortodoxa; en ese talante, no hay espacios para la Gracia de Dios. Ni tampoco para el prójimo.

En cierto modo, los discípulos del Bautista compartían varios de esos criterios que implicaban también un Dios del toma y daca, un Dios vengativo y castigador, una fé de rostro amargo y severo, una vida que debe purificarse mediante el esfuerzo ingente del ritual prescrito, del ayuno que doblegue al cuerpo, de ciertas ofrendas que convenzan a ese Dios tan lejano.

Por todo ello, la incomprensión y el reclamo frente a la aparente dejadez de los discípulos de Jesús de Nazareth frente al ayuno. Ellos no lo desprecian: por el contrario, cuando el ayuno se hace ofrenda, es una acción de piedad inigualable, pues está fecundada por la Gracia.
Ellos viven en un tiempo distinto, en el tiempo mesiánico, el tiempo de los esponsales de Dios con la humanidad. Los esponsales refieren al amor que confiere el sentido último a toda existencia, la donación sin reservas de todo el ser, y en el tiempo inaugurado por Cristo se revela el rostro de un Dios que se ofrece sin límites para la salvación de la humanidad.
En estos esponsales, el novio es Cristo, y por ello los suyos celebrarán siempre estos amores, promesas que invariablemente se han de cumplir, fidelidades hasta el fin.

A pesar de los dolores, a pesar de las propias miserias y pecados, nuestra vida ha de ser una celebración constante de ese Dios con nosotros que nada ha reservado, que se ha brindado en su totalidad para la plenitud de todas sus hijas e hijos.

Paz y Bien
 

1 comentarios:

pensamiento dijo...

un Dios que se ofrece sin límites para la salvación de la humanidad. Gracias.

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