Volver a lo viejo




Para el día de hoy (10/04/15):  

Evangelio según San Juan 21, 1-14


La mayoría de esos hombres habían tenido por oficio el ser pescadores en el mar de Tiberiades, tal como Pedro y los hijos de Zebedeo. Conocen bien las aguas por las que navegan, los mejores horarios para la pesca, las mareas óptimas.

El voy a pescar de Pedro, y los otros discípulos que se suman, es revelador. Esos hombres han regresado a lo viejo, a lo conocido, a lo que no entraña riesgos, en desmedro y pérdida de su vocación eterna, el convite santo a ser pescadores de hombres.
Pero hay otra posibilidad, otra vertiente de la misma cuestión, la persistencia de lo viejo en donde se estanca toda novedad: ellos se aferran a lo que conocieron desde siempre, y se embarcan a hacer prosélitos, adherentes, hombres como fichas a contar en su movimiento.
En ambos casos, el gran ausente en la pesca es Cristo.

De sagrados pescadores de hombres han retrocedido a buscadores de peces comunes y corrientes, prófugos aliviados del temor y de lo incierto. 

El Resucitado está en la orilla, atento a lo que les suceda a sus hermanos. Él siempre está en los bordes de nuestra existencia, presto a brindar auxilio, su mano franca de perdón, de amistad, de salvación.

Nadie lo hubiera pensado: esos pescadores expertos probablemente rechazarían de plano cualquier sugerencia a modificar rumbo y tareas por parte de un extraño. Sus miradas aún no pueden descubrir al Resucitado que los espera.
Pero ha sido una noche estéril, de esfuerzos fútiles a pesar de tantas horas de navegación, de tanta experiencia. A veces, cuando la noche persiste en su cerrazón y toda lucha deviene vana, es mejor la obediencia, es decir, escuchar con atención y actuar en consecuencia.

Ellos lo hacen, y así les cruje la quilla, y el Discípulo Amado, simbolizando quizás a la comunidad cristiana, reconoce al Señor que está vivo y presente entre los suyos. Es muy importante para Pedro, para cuando se confunde, para cuando los trajines le atraen todos los cansancios, que el Discípulo Amado, que la comunidad cristiana vuelva, desde la fé, a señalarle en donde está el Señor, el mismo que ha preparado en amistad infinita la mesa en donde con sencillez y humildad la vida compartida se celebra.

Cuando nos extraviamos en lo viejo, nos reencontraremos en la Eucaristía.

Paz y Bien

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