Cristo, Pastor y Rey





16º Domingo durante el año

Para el día de hoy (19/07/15):  

Evangelio según San Marcos 6, 30-34



Con algunas referencias indirectas, la escena nos enfrenta a la enormidad de la misión confiada a los apóstoles. Su misión es misión de Salvación, de compasión y misericordia, y ello implica involucrarse hasta los huesos. Asumir en la propia existencia el dolor y las miserias del prójimo tiene sus costos físicos y psicológicos, pues todo lo que hacemos -y dejamos de hacer- influye directamente en todos los ámbitos de la vida misma.
Y a veces ese cansancio no se despeja solamente durmiendo lo necesario y comiendo para restituir las energias consumidas.

Jesús de Nazareth se reencuentra con sus amigos, a los que había enviado en misión, y que regresados quieren contarle todo lo que habían hecho y enseñado. 
Hay en el Maestro un claro interés en que los discípulos descansen de veras. La tarea es urgente e ingente, y puede socavarlos aún cuando no se den cuenta. Pero también quiere que no pierdan de vista lo más importante, pues corren el peligro de sumergirse en la dialéctica vana y falaz del éxito y del fracaso. Por eso mismo la necesidad de llevarlos a un lugar apartado y calmo, para que reposen, para que vuelvan a centrarse.
Es significativo que el Evangelista llame por primera vez a esos hombres apóstoles, es decir, enviados y mensajeros. Para ser apóstol es menester primero ser discípulo, compartir pan y vida con Cristo, y luego llevar a todas las naciones un mensaje que no nos pertenece, que es por entero de Dios.
Y no está demás el preguntarnos si cuidamos con la misma dedicación a nuestros misioneros, o si los dejamos librados a su suerte, pues la misión acontece por las primacías de Dios pero es cuestión de toda la comunidad cristiana.

Lo que sucede a continuacion es signo cabal del ambiente general: Jesús y los apóstoles no tenían tiempo ni de comer, tales eran las urgencias de las multitudes a la deriva. Cristo no se molesta por la interrupción, a veces intempestiva y exigente.
Cristo se compadece de ese mar de gente, y es esa compasión el rasgo preponderante de su mensaje y su vida, el amor de Dios que se hace historia.

La expresión de ovejas sin pastor tiene referencias bíblicas veterotestamentarias y una profunda resonancia mesiánica.
Las ovejas como pueblo de Israel, los pastores aquellos hombres a los que Dios ha confiado el cuidado y la guía de su rebaño. Recordamos aquí la súplica de Moisés, para que Dios envíe a un pastor varón que saque sus ovejas del desierto y las conduzca a los prados fértiles de la libertad en la tierra prometida, para que no queden como ovejas sin pastor, a merced de los lobos y de sus propios extravíos.
En su tiempo, parte de estas funciones las asume Josué, conduciendo a las tribus a la tierra nueva y bendita.
Pero los profetas sabían bien que Dios brindaría a su pueblo un pastor definitivo que cuidaría a todas las ovejas, a las sanas y a las enfermas, a las que engordaron y a las que languidecen, todas ellas a la deriva sin rumbo ni destino.
Ese pastor es el enviado de Dios en tiempos mesiánicos, definitivos, los tiempos de Dios y el hombre, los tiempos de todos los reposos, de Dios mismo conduciendo a los suyos.

Es Cristo ese pastor.
El que alimenta, consuela, enseña y conduce a los pastos buenos del Reino a su pueblo. Por sobre todas las cosas, el que conserva con vida a sus ovejas, arriesgando sin vacilar la propia para rescatar a las que se han perdido.

Que ese Cristo pastor reine también en nuestras vidas. Es un rey extraño, un rey humilde y pobre sin coronas, que condece sin condiciones y a pura generosidad su bien mayor, la Salvación, bendición infinita del amor de Dios para todos los pueblos.
Que reine en nuestras vidas, porque no se impone, sino que desde la libertad que se nos ha otorgado, le permitimos establecer su Reino definitivo en donde verdaderamente cuenta, en las honduras de los corazones.
Él, nuestro descanso y nuestra paz.

Paz y Bien


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