La verdadera discapacidad




Para el día de hoy (07/09/15): .

Evangelio según San Marcos 6, 6-11




Un hombre con una mano paralizada, especialmente en los tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, es un hombre imposibilitado de trabajar, de llevar el pan a la mesa familiar. No puede estrechar otra mano con franqueza, no puede acariciar, ni indicar rumbos. No se vale por sí mismo. Para la religiosidad imperante, es un impuro ritual, un hombre venido a menos por el pecado y que por tal debe someterse a su justo castigo, su enfermedad.

La escena que nos brinda la lectura para el día de hoy acontece en la sinagoga durante la celebración del Shabbat, el sábado sagrado. Sinagoga y Shabbat son dos instituciones importantísimas para Israel, para su identidad religiosa y nacional.

Sinagoga significa, literalmente, congregación. A diferencia de una estructura de templos, más que espacio físico sinagoga significa ámbito en donde la comunidad se reune o congrega para reflexionar la Ley, para orar, para reencontrarse con su Dios. Aunque su origen es antiquísimo, adquirió especial relevancia durante los duros y amargos años del destierro babilónico, toda vez que se comenzó en ella a realizar la lectura pública y el estudio de la Torah, impidiendo así que la fé de sus mayores se disolviera por la influencia foránea, y no puede negarse su raigambre comunitaria.

El Shabbat es el memorial sagrado de la vida esclava en Egipto, del trabajo a destajo sin descanso y, por tanto, el paso liberador de Dios. Al establecer un día de guardar consagrado al Dios de Israel, se restablecía la salud por el cansancio agotador de la semana, se restauraban los lazos familiares y más aún, se restauraba el vínculo con Dios de hombres que eran libres, ya no esclavos. Así el Shabbat es tan caro a la tradición única de Israel, la irrupción de un día sagrado en medio de tantas circunstancias profanas.

Con el correr de los años, la ortodoxia religiosa oficial reglamentó con profusas normas la actividad y el desarrollo de ambos institutos, a tal punto de desdibujar su sentido primero. Así, se anteponía la norma al mismo Dios que le confería sentido, la letra por la letra misma sin corazón.

Como se infería que durante el sábado nada debía hacerse en pro del reposo santo, hasta las mínimas acciones estaban estrictamente prohibidas, anatemas condenatorios. Así, la atención de esos hombres extremadamente piadosos -los fariseos-, religiosos profesionales, se centra en el rabbí galileo para ver que hace frente a ese hombre con una mano inútil, buscando intensamente un motivo acusatorio: el infringir las normas, en casos extremos, podría llevar a la pena capital.

Ese hombre es invitado por Cristo a ponerse en el centro de la sinagoga, de la congregación, signo cierto para todos nosotros que en el centro de las comunidades ha de estar siempre el hermano que sufre, signo para esos hombres de que han perdido su centro verdadero, el prójimo y su Dios.

Porque en esa sinagoga hay un hombre con un problema en su mano y muchos discapacitados, los verdaderos, los incapaces de cualquier compasión y que a su vez pretenden impedir que florezca al bien por sobre cualquier normativa.

Dios quiera liberarnos de tantas dolencias cordiales.

Paz y Bien

 


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