De buen humor y profecía




Para el día de hoy (29/10/15): 

Evangelio según San Lucas 13, 31-35



Las razones de esos fariseos no están del todo claras: se acercan a Jesús de Nazareth, el cual se encamina decidido a Jerusalem, para advertiirle que Herodes Antipas está tras sus pasos, buscando matarle. Esa clase de gente siempre aprovecha la ocasión de que otro haga por ellos toda tarea sucia, para no contaminarse quizás; además y dada su belicosa animosidad, es improbable que intentaran proteger al Maestro de algún tipo de amenaza.
Jerusalem está cerca, muy cerca en lo geográfico pero mucho más en lo espiritual, y los fariseos allí hacen gala de su influencia. Quizás se trate en parte de ello, que Jesús apure el paso y arribe a la trampa final que le han tendido.

Aún así, y si esta última postura tuviera razonabilidad, no comprenden -tal vez nosotros tampoco- que los hechos de la Pasión acontecerán por la absoluta fidelidad de Jesús al Padre y en total libertad de su corazón. 

Al tiempo santo de la Gracia no lo definen ni lo determinan los malvados; sólo el amor de Dios.

Es por ello que la sombra ominosa de Herodes no amilana ni hace retroceder al Maestro. El tetrarca era brutal, completamente amoral, sin límites éticos a la hora de ejercer y acumular poder, y como muchos en posiciones similares, es un paranoico perpetuo que detecta amenazas por doquier. Y a las amenazas las elimina, tal como hizo con el Bautista, tal como hizo su padre Herodes el Grande con los niños belenitas.
Es por ello que la respuesta de Jesús de Nazareth a esos hombres que le advierten del peligro -que interiormente disfrutan- está revestida de una fina ironía, valiente y con un buen humor que nos quebranta algunos prejuicios. Llamar a Herodes zorro es decirle taimado pero también que es un don nadie frente a los planes de Dios; para colmo, en su propio rostro les expone su misión a modo de un horario laboral, como diciendo que saben lo que hace, cuando lo hace, dónde lo hace. Dejen de molestar o amenazar.

-a menudo confundimos solemnidad con acartonamientos, y nos cuesta adentrarnos en la grata imagen de un Cristo que ría y sonría-

Pero el buen humor es mucho más que un estado de ánimo: es signo afable de la Gracia de Dios que resplandece en la mirada y los gestos. Seguramente el Maligno retrocede espantado frente a los que en verdad saben reír, y que aún cuando acechan sombras de muerte, se mantienen firmes en una esperanza que nada ni nadie puede desalojar.

Ahora bien, ese buen humor no le nubla el horizonte. Sabe lo que sucederá. Jerusalem ha rechazado a los enviados de Dios, y Él mismo, al declararse Enviado, asume así su próximo martirio. 
Jerusalem dejará de ser el centro del universo, pues habrá un desplazamiento absoluto de Templo y Ciudad santas hacia la persona de Cristo.

La metáfora de la gallina y los polluelos estremece: nos vislumbra el rostro materno de un Dios que nos ama sin medidas, la profecía de que la vida y la esperanza siempre pueden más que la muerte.

Paz y Bien


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