Transfiguración, hacia el éxodo definitivo







La Transfiguración del Señor
 

Para el día de hoy (06/08/16):  



Evangelio según San Lucas 9, 28b-36




Hay cosas y cuestiones que exceden por lejos las capacidades de la razón, y por ello -tal vez- sea preciso adentrarse en las pampas del co-razón. Así, frente al misterio de fé, es imprescindible dejar por un momento esos esfuerzos de las mentes, tan teñidos de antropomorfismos, y permitirnos que la inmensidad nos vuelva a asombrar, a sorprender, a interpelar. 

La transfiguración del Señor en ese monte es una epifanía, una manifestación divina. La plenitud de Dios se manifiesta en el Hijo, y ha de ser vivida antes que razonada. Su rostro cambia de aspecto, sus vestidos refulgen.
Dos hombres hablan con Él: son Moisés -la Ley- y Elías -los profetas-, porque la historia de la Salvación conduce hacia Cristo y en Él encuentra su plenitud y su sentido absoluto. 
Ellos hablan acerca de la partida del Señor, que acontecerá en Jerusalem: precisamente, en griego, la palabra para partida es exodon. El camino del Maestro es un éxodo desde el monte de la Trnasfiguración hacia el Gólgota, desde una epifanía deslumbrante hacia la epifanía de la cruz, el amor mayor.

Los discípulos están muy cansados y se adormecen; aún así permanecen despiertos y por ello puede contemplar la gloria de Cristo. Nosotros también debemos despejarnos de los sopores mundanos y permanecer en vigilia, atentos al Cristo que nos sale al encuentro, resplandeciente, en todas nuestras alturas.

Con Él debemos también emprender el éxodo definitivo, a la tierra prometida de la Salvación, a pesar de que a menudo, como le ha sucedido a Pedro, nos tienten las ganas de prolongar la bonanza de los momentos calmos y profundos.
Pero la vida cristiana no es de quedarse ni acomodarse, hay un ir primordial que se caracteriza, ante todo, por salir de nosotros mismos e ir al encuentro del otro.

Permanecer despiertos y atentos, prestos al andar, significa también el estar atentos a la Palabra. Cristo es Hijo amado, el Elegido por el que todos nos descubrimos y hacemos hijos y hermanos amados del Padre celestial.

Con el corazón transfigurado, caminamos con la cruz al hombro.

Paz y Bien

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