Audacia








Para el día de hoy (06/10/16):  

Evangelio según San Lucas 11, 5-13





La oración nos pone en la sintonía noble de la humildad, enlace divino de amor paterno. A veces -casi siempre- es necesario desandar los rumbos complicados poblados de forzados razonamientos, y volver confiados a la sencillez del Evangelio.

Pide el que necesita, el que ha descubierto en su vida una carencia que no puede subsanar por sí mismo. Por ello pedir implica la aceptación de las propias limitaciones, aceptar y admitir que Alguien tiene más y puede más que nosotros, y por eso conocen más de pedir los pobres y los mendigos. Los satisfechos, los que se consideran llenos, sin necesidad de nada ni de nadie, esos no piden.

Busca aquél que sale de sí mismo, que tiene hambre de verdad y de encuentro, que se anima a romper la coraza de la rutina, a franquear la tranquera del no se puede, a ir, cada día, un paso más porque en su fuero íntimo sabe que hay más, siempre hay más.

Llama quien tiene la confianza de ser escuchado y respondido. No se vocifera al vacío ni se incordia a las paredes. Se llama a Alguien, y Él escucha, responde, dialoga, no enmudece.

La insistencia es la tenacidad de los que no adbican de la esperanza, de los que siguen confiando con todo y a pesar de todo. Los que no reservan la súplica sólo para los momentos críticos o para la mera conveniencia particular. La insistencia supone vidas orantes más que oraciones elegantes.

La oración cristiana está en las antípodas de cualquier trueque o regateo religioso, un quid pro quo de fórmulas en pos de beneficios divinos. La oración cristiana posee la asombrosa audacia de dirigirse directamente a Dios, de acosarle cordialmente con nuestros balbuceos y nuestras miserias, una audacia y una hermosa temeridad que surge de nuestra identidad única e intransferible, la de ser sus hijos merced a su infinito amor, Dios Abbá de Cristo y de todos nosotros.

Paz y Bien 

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