Llega el Rey, el Príncipe de paz





Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Para el día de hoy (09/04/17): 


Procesión de los Ramos

Evangelio según San Mateo 21, 1-11


Pasión de Nuestro Señor Jesucristo

Evangelio según San Mateo 27, 1-2. 11-54




La ruta desde Jericó a Jerusalem pasa por Betania -hogar de Lázaro, Marta y María- y por Beftagé; desde las alturas del Monte de los Olivos se avizora el esplendor de la Ciudad Santa. Nosotros también, con el Maestro y sus amigos, contemplamos la luminosa cercanía de la Pasión y Resurrección del Señor.

Beftagé es prácticamente un barrio de extramuros, un suburbio de Jerusalem, y allí se realizaban las abluciones y purificaciones de los peregrinos llegados de toda la Diáspora, en preparación a la Pascua.
Pero el Monte de los Olivos, en la memoria de Israel y de la mirada profunda de los Profetas, es el sitio preciso en donde aparecería el Mesías y resucitarían los muertos. Las escuelas rabínicas enseñaban que si Israel se mantenía fiel a la Ley y puro en su obrar, el Mesías vendría sobre las nubes; en cambio, si ésto no hubiera ocurrido, el Mesías llegaría montado en un burrito, un asno.

Extraño rey. No viene rodeado de ejércitos imponentes ni se rodea de cohortes gloriosas, en un carro de guerra enjaezado para mil victorias. Él llega rodeado de pescadores de hombres, de publicanos conversos, de pobres, de enfermos y lo recibe el pueblo. Los grandes señores lo desprecian, lo detestan, procuran la muerte de este príncipe humilde que viene montado en burrito, burrito prístino como corresponde a lo divino, burrito prestado de un Dios pobre que regala a Israel y a todos los pueblos un príncipe muy distinto.

Las gentes ponen a sus pies sus mantos y ramas de palma.
Los mantos representan la vida misma, pues cualquier varón sin el manto se sentiría irremisiblemente desnudo, desamparado. Las ramas conmemoran la victoria de los macabeos, fiesta de liberación y de reafirmación de los derechos santos de Dios.

Hay júbilo y algarabía. Sin embargo hay euforia en muchos que no han comprendido la realeza de Cristo, y que depositan en Él la medida de sus ansias, de sus dolores y frustraciones. El peligro de la euforia es su volatilidad, esas mismas gentes que lo aclaman se dispersarán frente a los hechos de la Pasión, y tal vez muchos de ellos gritarán que se libere a Barrabás.

Con todo y a pesar de todo, celebramos la llegada del Rey, del Príncipe de paz que llega humilde, pobre y servidor a esta ciudad que somos, allí donde nuestra vida transcurre, y ponemos nuestros corazones a sus pies celebrando su llegada, porque es nuestra liberación, nuestra vida, nuestra alegría de pan abundante, de amistad incondicional, de fraterna justicia, del perdón que nos restaura y levanta.

Levantamos nuestras palmas y nuestras almas porque llega el Señor y se queda para siempre.

Hosanna!

Paz y Bien


1 comentarios:

camino dijo...

Levantamos nuestras palmas y nuestras almas , lo intentare, gracias feliz y santos días en le Señor.

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